BODA REAL

Pamelas contra mantillas

El colorido y la sencillez, tónica general en el atuendo de las damas

, El hábito no hace al monje, dice un refrán español, pero también según una célebre frase de un elegante de su época, Óscar Wilde, "sólo un imbécil no juzga por las apariencias"; y las apariencias en la boda de la infanta Elena siguieron al pie de la letra los deseos de la Casa Real española: chaqué para los caballeros, traje corto y mantilla o sombrero para las señoras, sencillez y discreción.

Los caballeros lo tuvieron fácil, los que no sacaron a relucir sus uniformes de gala, se uniformaron con chaqué, una prenda que estrenó el siglo XIX como vestimenta para montar y que alrededor d...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

, El hábito no hace al monje, dice un refrán español, pero también según una célebre frase de un elegante de su época, Óscar Wilde, "sólo un imbécil no juzga por las apariencias"; y las apariencias en la boda de la infanta Elena siguieron al pie de la letra los deseos de la Casa Real española: chaqué para los caballeros, traje corto y mantilla o sombrero para las señoras, sencillez y discreción.

Los caballeros lo tuvieron fácil, los que no sacaron a relucir sus uniformes de gala, se uniformaron con chaqué, una prenda que estrenó el siglo XIX como vestimenta para montar y que alrededor de 1936 Eduardo VIII convirtió. en prenda de etiqueta en la Corte británica. Pantalón de rayas, chaqué negro, chaleco gris y corbata de seda gris o en tonos oscuros vistieron a la nobleza y a los políticos patrios y extranjeros.

Algunas excepciones destacadas: el novio, Jaime de Marichalar, que se decidió por el color beige para el chaleco, el más ceremonioso según las reglas del guardarropa del perfecto caballero, acompañado por una corbata azul con pequeños motivos en tonos claros; y el heredero del trono británico, Carlos de Inglaterra, al que entre saludo y saludo se le pudo ver con un chaqué de color gris claro muy a tono con la tradición inglesa.

La explosión de color llegó con las señoras: rosas, amarillos, naranjas, azules, cremas, verdes..., todos ellos preferiblemente en tonos pastel, fueron desfilando ante la multitud de sevillanos que se agolpaban para ver de cerca a tan ilustres invitados. Contra los pronósticos que auguraban una gran presencia de mantillas, las pamelas ganaron por goleada. Las hubo de todos los colores y tamaños, de ala ancha, con adornos de lazos, flores e incluso plumas. Algunas, por su vistosidad, no hubieran pasado desapercibidas ni en las carreras de Ascot, un escenario británico muy acostumbrado a los excesos en el tocado. Pero la tónica general de la boda, en cuanto a vestimenta se refiere, no dio para mayores salidas de tono. Las más jóvenes optaron claramente por faldas por encima de la rodilla; las invitadas más maduras las alargaron un poco y la madre del novio, Concepción Sáenz de Tejada, que eligió un elegante y discreto vestido gris perla, fue la más recatada y se decidió por un modelo con fajín a la cintura que terminaba a la altura, del tobillo.

Las mujeres de la familia real española lo tuvieron muy claro. La reina Sofía, con un discretísimo traje azul celeste con volantes plisados superpuestos, la infanta Cristina, con un traje de chaqueta rojo, la condesa de Barcelona, vestida de fucsia, la infanta Pilar, hermana del Rey, con un traje azul celeste cuya chaqueta se anudaba con un gran lazo. La infanta Margarita, también de rojo como su sobrina Simoneta Gómez Acebo, prefirieron la mantilla negra para cubrir sus regias cabezas. Un ejemplo que siguieron algunas otras invitadas, entre las que se encontraban Soledad, Becerril, Ana Botella, esposa de José María Aznar, y la mujer del alcalde de Sevilla, Alejandro Rojas Marcos, que además coincidieron en elegir el color rojo para sus atuendos.

La boda de la infanta Elena no fue una pasarela de diseños de vanguardia. Los trajes de chaqueta protagonizaron la jornada y fueron elegidos por la mayoría de las invitadas incluidas la ex emperatiz de Persia, Farah Diba, Ana María de Grecia, Teresa, esposa del heredero de Luxemburgo, y las reinas Paola de Bélgica y Noor de Jordania.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los encajes, pedrerías y otras telas de aspecto lujoso brillaron por su ausencia y los adornos fueron tan discretos como establecen las normas para una boda de mañana. Las joyas fastuosas y los tejidos de las Mil y una noches ya habían hecho acto de presencia en la cena celebrada la noche anterior en el palacio de Villamanrique de la Condesa. La boda de Elena fue clásica hasta en el atuendo.

Sobre la firma

Archivado En