LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

Nueve muertos y un condenado

El maquinista que arrolló a un grupo de obreros de Renfe en 1960 pide la revisión de su condena

Quién sabe si Rodrigo Fernández Martínez tiene razón. Casi todos los testigos están muertos. Han pasado 35 años desde aquel desgraciado 19 de julio de 1960 en que una cuadrilla de obreros fue sorprendida por un tren cuando colocaba balasto en las vías del ferrocarril Barcelona-Massana. La frustrada búsqueda de supervivientes elimina la posibilidad de encontrar otras versiones diferentes a la suya.El ingeniero. José María Lamaña Coll, jefe eléctrico de la 5ª zona de Renfe, murió hace cuatro años, dice su viuda antes de colgar el teléfono. El obrero Vicente Medina Borreguero murió el 22 de enero...

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Quién sabe si Rodrigo Fernández Martínez tiene razón. Casi todos los testigos están muertos. Han pasado 35 años desde aquel desgraciado 19 de julio de 1960 en que una cuadrilla de obreros fue sorprendida por un tren cuando colocaba balasto en las vías del ferrocarril Barcelona-Massana. La frustrada búsqueda de supervivientes elimina la posibilidad de encontrar otras versiones diferentes a la suya.El ingeniero. José María Lamaña Coll, jefe eléctrico de la 5ª zona de Renfe, murió hace cuatro años, dice su viuda antes de colgar el teléfono. El obrero Vicente Medina Borreguero murió el 22 de enero. Otro compañero, Ramón López García, hospitalizado un mes tras el accidente, no sabe nada, no quiere recordar lo que pasó desde su retiro en Mataró. En los archivos de Renfe no consta el suceso, ni en los periódicos de la época, que despacharon la noticia con unas líneas en una página escondida. Sólo El Caso le dio mejor tratamiento.

Rodrigo Fernández nacido en Pola de Lena (Asturias), hace 64 años, se trasladó a Barcelona cuando le ascendieron de ayudante a maquinista en Renfe. El 19 de julio de 1960 tenía en su hoja de servicios cuatro trayectos que cumplir en 15 horas de jornada laboral. El primero partía desde Barcelona a Massanet-Massana, a donde debía llegar a las 8.06; el tercero salía de Barcelona a la 16.10, pero llegó a su destino a una hora distinta a la prevista.

Poco antes de acceder al apeadero de Montsolí, en el trayecto bullicioso que el tren serpentea por el Maresme, entre la playa, y el ruido de la carretera, Rodrigo vio la señal de silbato: una S en blanco, sobre placa negra, que indica la obligatoriedad de silbar. Dicen testigos acreditados y él mismo que silbé insistentemente al pasar por el apeadero y más tarde al divisar a unos 300 metros unos bultos que no sabría precisar si eran o no transeúntes de los que habitualmente cruzan las vías en esta zona para desplazarse a las playas. Aquellos bultos que se movían sobre las traviesas no eran bañistas. Eran 12 obreros de una cuadrilla de Renfe que al mando del capataz Antonio Vallabriga García cubría de balasto la vía impar, por donde circulaba el tren eléctrico de viajeros que conducía Rodrigo Fernández.

En la vía no figuraba la señal S / Obreros que indicara a Rodrigo precaución ante la posición de la cuadrilla. El encargado de avisar a ésta de la llegada del tren no lo hizo. El capataz no tuvo en cuenta los horarios del paso de trenes porque "tenía el reloj atrasado".

Rodrigo pulsó el silbato, y, a medida que se acercaba a la cuadrilla, también tenía que frenar. y activar el regulador. Tres acciones simultáneas que a pesar de circular a 65 kilómetros por hora fueron inútiles.

El tren se echó encima y dejó clavadas sobre las vías las vidas. de nueve trabajadores. A Rodrigo le metieron en la cárcel y le condenaron a un año de prisión menor por imprudencia temeraria e indemnizar a las familias de cada uno de los muertos con 50.000 pesetas. El capataz de la cuadrilla corrió la misma suerte. Renfe le expedientó y sancionó con seis meses de sueldo correspondiente a una categoría inferior.

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Desde que el 30 de marzo de 1962 la Audiencia de Barcelona dictó sentencia, posteriormente ratificada por el Supremo, Rodrigo ha entablado una lucha sin tregua contra su condena. Empezó escribiendo al general Franco y ahora acaba de recibir una carta del Parlamento Europeo, donde estudiarán su caso.

Es un hombre peleón, tenaz, sindicalista (estuvo en UGT y ahora milita en el sindicato de maquinistas SEMAT). Está jubilado prematuramente, así que todo su tiempo lo dedica a intentar desmontar lo que él califica de un juicio nulo, que acabó condenándole por la muerte de nueve personas, sin que él tuviera responsabilidad alguna, en todo caso lo serían los encargados de la seguridad de Renfe en la zona 5ª o los de la cuadrilla de obreros que trabajaban en la vía sin advertir su posición.

"Sin peritos y con pruebas falsas"

Rodrigo Fernández asegura que su juicio fue nulo y así lo hace constar en un escrito de 55 folios dirigido al ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, para que se revise su caso.Pide su nulidad porque el tribunal que lo juzgó no admitió la declaración en la vista oral de testigos presenciales del accidente, dos obreros supervivientes y los tres técnicos que efectuaron su reconstrucción y redactaron el informe pericial. Dice que su condena se basó en pruebas falsas, en reglamentos de Renfe que no eran aplicables a las máquinas eléctricas y a las condiciones en que trabajaban los. obreros que se encontraban en la vía.

Rodrigo pasó 50 días en la cárcel. Esa experiencia se le ha clavado en el alma como una espina y hasta que no se la saque no va a parar. Dicen en Renfe que los maquinistas nunca tienen la culpa de los arrollamientos. A Rodrigo se las echaron todas encima. Pero él piensa quitárselas.

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