Entrevista:

"Molesta que la gente espere el tropiezo de uno para seguir trepando"

De ser un desconocido hace nada ha pasado a conseguir el Goya al mejor actor por la película Días contados, dirigida por Imanol Uribe. Carmelo Gómez es un corpulento leonés de 32 años que se instaló hace 10 en Madrid porque era el único sitio donde podía dar rienda suelta a su inquietud teatral. Protagonista junto a Javier Bardem en El detective y la muerte, de Gonzalo Suárez, además de en Días contados, este actor había trabajado antes en Vacas, de Julio Medem, La ardilla roja, también del cineasta vasco, y, de pasada, en Canción de cuna, ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

De ser un desconocido hace nada ha pasado a conseguir el Goya al mejor actor por la película Días contados, dirigida por Imanol Uribe. Carmelo Gómez es un corpulento leonés de 32 años que se instaló hace 10 en Madrid porque era el único sitio donde podía dar rienda suelta a su inquietud teatral. Protagonista junto a Javier Bardem en El detective y la muerte, de Gonzalo Suárez, además de en Días contados, este actor había trabajado antes en Vacas, de Julio Medem, La ardilla roja, también del cineasta vasco, y, de pasada, en Canción de cuna, de José Luis Garci. Tras conseguir uno de los "premios gordos de la lotería de los Goya", como él mismo califica al de mejor actor, Carmelo Gómez siente que sobre sus espaldas pesa una mayor responsabilidad y que se esperan, muchas más cosas de él.

Pregunta. ¿Recibe el mismo trato ahora que antes del Goya?

Respuesta. Madrid me ha tratado siempre muy bien. Me ha dado iodo lo que tengo y por eso le debo mucho. Aquí me he encontrado a la gente más maravillosa y también a la más jodída de la tierra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

P. ¿Quién le habló de Madrid?

R. Tuve referencias por Margarita Calahorra, una mujer de teatro de toda la vida, que decía que Madrid tiene un duende. Yo me tiré mis primeros años buscándolo por todas las esquinas y lo encontré en el casco viejo. Esa zona tiene un sabor agradable que habla de un pasado en el que se me antoja que la gente era feliz. No como en la Gran Vía.

P. ¿Hay algo que le indigne de la capital?

R. Lo que me repatea es la frivolidad y la competitividad. Que nadie se mire, que la gente vaya a lo suyo con su teléfono portátil por la calle y que esperen el tropiezo de uno para poder seguir trepando. También me pone de los nervios que la gente ensucie la calle.

P. Con Miguel Narros pisó muchos años unos escenarios de los que casi tuvo que salir escaldado.

R. No, escaldado no. Yo nunca dejaré del todo el teatro. Lo que pasa es que, como en el cine, hay muchos enemigos. Yo empecé en el cine haciendo pequeñas cosas con Javier Macua o Julio Medem, que apuestan por caras nuevas, pero el gran cine está muy consolidado y ahí casi no te dejan entrar.

P. ¿Cómo consigue la comprensión del público interpretando personajes tan duros?

R. En el caso de Días contados, el truco está en Imanol Uribe, que consigue el lado humano del personaje.

P. Los Goya han premiado a una generación de jóvenes actores, ¿forman ustedes un equipo?

R. No somos una generación muy unida. Sospecho que se trata de un fenómeno cinematográfico comercial para crear expectativas a la hora de vender más producto.

Archivado En