El niño y el brujo

La crisis del Deportivo divide a los dos mayores símbolos del equipo

Era como si llevase siete años en silencio. Cada domingo, al salir por la puerta de Riazor tras haberle comido la moral a sus rivales con una lección de geometría, se transformaba en un chaval esquivo e indiferente. Las pancartas decían que Fran era "Dios". En el césped. Lejos de la hierba, ejercía de O Neno, un muchacho que desesperaba a los periodistas con su repertorio de monosílabos. Aunque portase el brazalete de capitán, se trataba de un galón simbólico. La voz cantante la llevaron siempre los más curtidos del vestuario, como López Rekarte. Sus allegados se lamentaban de que el ch...

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Era como si llevase siete años en silencio. Cada domingo, al salir por la puerta de Riazor tras haberle comido la moral a sus rivales con una lección de geometría, se transformaba en un chaval esquivo e indiferente. Las pancartas decían que Fran era "Dios". En el césped. Lejos de la hierba, ejercía de O Neno, un muchacho que desesperaba a los periodistas con su repertorio de monosílabos. Aunque portase el brazalete de capitán, se trataba de un galón simbólico. La voz cantante la llevaron siempre los más curtidos del vestuario, como López Rekarte. Sus allegados se lamentaban de que el chaval "no se sepa vender". Los más comprensivos le llamaban El Mudo. Las víboras llegaron a decir públicamente que era "cortito".El otro día Fran se decidió a hablar sin haber pensado antes que en el fútbol las palabras pueden tener más fuerza que los goles. Experimentó por primera vez la sensación de que cualquier comentario suyo oscurece lo que digan otros futbolistas con más carisma personal pero menos talento. La noche del día 14, tras empatar contra el Madrid Fran apareció como una persona distinta. Atendió incansable a decenas de micrófonos y grabadoras. Protestó contra el juego del equipo e incluso, para pasmo de los que dudaban de su inteligencia, ofreció sus argumentos.

La crisis estalló sin remedio hasta desembocar en el anuncio de jubilación del entrenador, Arsenlo Iglesias. La hinchada sigue sin entender cómo es posible que se dividan los dos grandes símbolos del equipo. Y Fran tampoco lo entiende. Cuando le comunicaron que el entrenador había dimitido por sus declaraciones, él, su hermano José Ramón y Claudio se quedaron lívidos y temblorosos. "¿Cómo voy yo a cuestionar a Arsenio?", musitó con inocencia, "si prácticamente ha sido el único entrenador que he tenido en mi vida...".

Todavía hoy, cuando la zurda del chaval va ya camino de los 26 años, Arsenio no se dirige a Fran por su nombre. En los entrenamientos pone un tono paternal y le grita: "¡Vamos, neniño!". Y Fran responde mirándole con ojos de escolar. Probablemente, el técnico haya visto más de una vez reflejada en él su propia imagen de muchacho de la posguerra que debutó en Primera tratando de usted a los rivales. Los dos son tímidos y de pueblo. Gallegos hasta las entrañas, con una personalidad difícil de penetrar. El tiempo había hecho de Arsenio el gran referente sentimental del Deportivo, mientras Fran dejaba que hablase por él José Ramón, un año mayor, y acogía sin aparente entusiasmo, que el fútbol gallego le aclamase como el genuino sucesor del gran Luisito Súárez.

A Fran, que debutó en Segunda División con 18 años, le vino bien que el equipo empezara a hacer grandes fichajes. La gente se Fijaba en Bebeto o Mauro Silva y él podía pasar inadvertido entre el jaleo de los pasillos de Riazor. En el campo, se liberó de la responsabilidad de ser el único artista del equipo y su fútbol creció hasta situarle entre los mejores jugadores del país. Entre tanto, Arsenio parecía haber logrado la armonía perfecta en un heterogéneo colectivo humano. Los brasileños -a los que siempre ha estado muy unido Aldana- andaban a su aire. El resto asumía el liderazgo personal de Rekarte.

Arsenio ha dicho estos días que, a pesar de todo, sigue convencido de que dispone de un "buen vestuario". Desde luego, las relaciones personales no aparentan un grave deterioro. Pero el ambiente se ha agriado un poco. Por razones dispares, desde los problemas con Bebeto a la pérdida de protagonismo de futbolistas bandera en las últimas temporadas. O la llegada de Julio Salinas y Villarroya, que enseguida asumieron un destacado protagonismo.

Sin embargo, nadie había reparado en que también Fran estaba cambiando. "Ha madurado una barbaridad en los dos últimos años", confiesa, un amigo muy cercano. Sobre todo, le han marcado los fracasos. Le afectó muchísimo la pérdida de la última Liga, un sentimiento que se acrecentó tras el inolvidable partido de Dortmund en la Copa de la UEFA. Parecía presa del fatalismo. "Siempre nos quedamos a punto de ganar algo", se lamentó hace un mes. Fran miraba el juego del Madrid y ya exponía su análisis en comentarios privados de que al Deportivo le faltaba osadía. La suplencia de su hermano fue la chispa que le lanzó. Ambos están tan unidos que negociaban sus contratos juntos y siguen viviendo en el mismo piso, pese al reciente matrimonio de José Ramón. Esta vez se cambiaron los papeles: el pequeño fue portavoz del mayor.

La tempestad de la última semana quizá haya vuelto a convencer a Fran de que uno nunca se arrepentirá de lo que calla, pero sí de lo que diga. En eso, Arsenio siempre ha sido un maestro: está deseando que terminen las ruedas de prensa para no tener que hablar más. Ambos también creen en el destino, empeñado estos días en separar a las dos almas gemelas del fútbol gallego, la de O Bruxo y O Neno.

Un club de bolsillo

Una crisis en el Deportivo invita a la inevitable comparación con una disputa familiar. Porque las dimensiones de un club que aspira a ganar el título son poco más o menos las de una familia: sólo tiene siete empleados. Todo ocurre además en una ciudad de un cuarto de millón de habitantes, tan volcada en el fútbol, que hasta las señoras cotillean sobre la vida sentimental de los jugadores. Los comentarios, aunque sean privados, pueden acabar influyendo tanto como las declaraciones públicas. No hay nadie que no se acabe enterando de lo que "piensa fulanito".Al poco de llegar a La Coruña, Julio Salinas lo comentó con asombro. "Ésto es una familia", exclamó el delantero internacional, "en el Barcelona hay empleados que ni conoces. Aquí todo lo arreglas hablando directamente con Lolo [Montiel, director general del club] o con Berta [Vales, gerente]".

La estructura administrativa del club es la misma que cuando luchaba por la permanencia. en Segunda y tenía sólo 6.000 socios (hoy rebasa los 27.000). Un club que cabe en un bolsillo, el del presidente, Augusto César Lendoiro, quien guarda en su chaqueta un montón de notas más o menos desordenadas en las que figuran buena parte de los asuntos del Deportivo, incluida la lista de posibles fichajes.

Lendoiro. siempre se ufana de las reducidas dimensiones de la sociedad para ilustrar a su interlocutor sobre el tamaño del milagro que ha logrado el Deportivo. Su tesis es que para competir con los grandes, el equipo necesita el máximo dinero posible para contratar jugadores.

La fórmula le ha proporcionado grandes resultados, pero también le crea algunos problemas. Sólo Lendoiro puede hacer de portavoz del club. Supervisa casi todos los asuntos en persona. Y a veces se cometen desaguisados. El más sonoro ocurrió hace sólo unos meses y abrió la primera brecha entre la directiva y el entrenador.

En octubre el club programó desastrosamente un viaje del equipo a Noruega para disputar un encuentro de la Copa de la UEFA. Tras una agitada excursión por varios aeropuertos, la expedición deportivista sufrió las consecuencias de una huelga en Copenhague y quedó atrapada a medianoche en Oslo.

Hubo que buscar un hotel apresuradamente y los jugadores se acostaron de madrugada sin poder cenar. El consejo de administración se sacudió el muerto, culpando a la agencia de viajes, a la gerente e incluso al cuerpo técnico. Entonces Arsenio confesó por primera vez: "Estoy amargado".

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