Tribuna:

Echar cuentas

Las encuestas del CIS, Demoscopia y tantas otras más, deberían tomarse en lo que valen. Numerosos factores (la cuantía de indecisos, el mayor prestigio de González, la lejanía de las elecciones, la desconfianza que suscita la oposición negativa, etcétera) impiden considerarlas como pronóstico electoral seguro. Pero, en lo que vale, su diagnóstico parece indiscutible: de seguirse tal tendencia, en unas futuras elecciones, ganaría el PP, cuando menos por mayoría relativa.Ahora bien, la paradoja consiste en que, según los mismos datos, este Gobierno, probablemente minoritario, del centro derecha,...

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Las encuestas del CIS, Demoscopia y tantas otras más, deberían tomarse en lo que valen. Numerosos factores (la cuantía de indecisos, el mayor prestigio de González, la lejanía de las elecciones, la desconfianza que suscita la oposición negativa, etcétera) impiden considerarlas como pronóstico electoral seguro. Pero, en lo que vale, su diagnóstico parece indiscutible: de seguirse tal tendencia, en unas futuras elecciones, ganaría el PP, cuando menos por mayoría relativa.Ahora bien, la paradoja consiste en que, según los mismos datos, este Gobierno, probablemente minoritario, del centro derecha, se correspondería a una mayoría de votos de izquierda en trance de ser liderada por el Partido Comunista. En efecto, de acuerdo con el supuesto hipotético proyectado por Demoscopia -y al resultados análogos se llegará basándose en otros sondeos paralelos-, si el PP obtiene en tomo al 38% de los votos y con ello, cuando menos, una minoría muy mayoritaria de diputados, el PSOE más IU obtendría más del 46% del voto. Y no sirve oponer a esta suma la adición del 38% de los populares y del 6% de los nacionalistas (PNV y CiU), por varias razones.

Primero, aunque ello no sea lo más importante, porque el 44% es menos que el 46%. Segundo, porque las actuales relaciones entre populares y nacionalistas no hacen muy operativa dicha suma. Tercero y fundamental, porque merced a un largo proceso de desinformación, el 60% de los votantes del PP y probablemente un porcentaje aún mayor de sus cuadros, abominan de un pacto con los catalanistas y vasquistas. Sin duda, en un sistema parlamentario lo que cuentan son los escaños y no los votos, pero la situación del hipotético Gobierno enfrentado a todos no resultaría envidiable si, además, está en minoría en el electorado. ¿Cuál sería, en coyuntura ,semejante la evolución de los sindicatos?

Frente a esa situación, la suma en la izquierda, que siempre ha sido más fácil y testimonios hay de ello, desde 1979 hasta hoy, puede ser aún más facilitada por la sustitución de González, la radicalización del PSOE y el creciente liderazgo de los comunistas de IU. Su jefe es cada vez más valorado y su mensaje, sin mengua de radicalidad, se dirige hacia clientelas hasta hace poco fieles soportes de la derecha. Si la lectura de San Juan de la Cruz es demasiado excelente para dar votos, sí lo dan en ciertos sectores cosas tales como la práctica religiosa, el españolismo en Euskadi, el populismo económico, y el apoyo de ciertos medios de comunicación. En fin, IU recibe desde el PP lo que más necesita la izquierda radical, el aval de fiabilidad.

Los comunistas corrieron el peligro de disolverse, junto, con el socialismo real, al caer el muro de Berlín. De una u otra manera se reconvirtieron y, al dejar de asociarse al Este, comenzaron a ganar posiciones en la izquierda., Así han recupérado el, poder en Polonia, Hungría, los países bálticos y Bulgaria. Han crecido en Alemania y constituyen en Italia el núcleo de la alternativa Berlusconi. ¿Puede ocurrir lo mismo en España?

Lo que parece más probable es que liderarían, mas por calidad que por número, una oposición de izquierdas mayoritaria en votos, enfrentada a un. Gobierno probablemente minoritario. De inmediato, ello supondría para la derecha graves inconvenientes, peto una clara ventaja porque, al fin, se gobierna, y, a juicio de sus dirigentes, el obrar importa más que la obra. Incluso a la corta es más fácil vencer sobre el adversario extremoso. Pero, a la larga, me parece una locura colocar a la izquierda bajo el liderazgo comunista-populista, en un país como España, con gran tendencia a la izquierda. Ello puede, hacer peligrar los valores fundamentales que la derecha dice defender. Cuando lo dice.

Si la derecha española tuviera sentido común, evitaría caer en tan peligrosa situación a través de cuatro líneas de acción: el entendimiento con los nacionalistas; el cultivo del dialogo social con los sindicatos, algo distinto de la "práctica social" de la entrevista; la distensión con el socialismo democrático; y el distanciamiento con una izquierda filocomunista, última beneficiosa del aval de la derecha.

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