Tribuna:FÚTBOL LIGAS EXTRANJERAS

El mundo virtual

Existe un mundo en el que el gol de Cardeñosa fue gol, en el que Clemente fue un longevo interior de carácter apacible y en el que Maradona fue un entusiasta del yoga. Se trata del mundo virtual del Dream League, la Liga imaginaria, un juego creado en 1990 que ha hecho furor entre los británicos y empieza a introducirse triunfalmente en otros países, como España -La Liga fantástica de Marca-, Francia e Italia. En Inglaterra hay más de dos millones y medio de practicantes, un programa de televisión basado en el juego y decenas de periódicos que organizan competiciones. Todo un fen...

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Existe un mundo en el que el gol de Cardeñosa fue gol, en el que Clemente fue un longevo interior de carácter apacible y en el que Maradona fue un entusiasta del yoga. Se trata del mundo virtual del Dream League, la Liga imaginaria, un juego creado en 1990 que ha hecho furor entre los británicos y empieza a introducirse triunfalmente en otros países, como España -La Liga fantástica de Marca-, Francia e Italia. En Inglaterra hay más de dos millones y medio de practicantes, un programa de televisión basado en el juego y decenas de periódicos que organizan competiciones. Todo un fenómeno de masas.Si en cada forofo se oculta un seleccionador, el Dream League es la fórmula perfecta para sacarlo de paseo. El mecanismo del juego es tan simple, que cuesta creer que alguien (Peter Wroe y asociados) se haya hecho multimillonario con la patente. Las reglas son sencillas y empiezan a ser bien conocidas en España. El entrenador virtual compone su equipo a partir de una lista de jugadores reales, bautiza su club como, pongamos, Irreal Madrid, envía todos los datos al organizador y a vuelta de correo recibe las fichas necesarias y, sobre todo, lo más preciado, la clave del éxito entre los británicos, un carné de entrenador muy aparente. Tras cada jornada de la azarosa liga real, el equipo imaginario se anota un número determinado de puntos y se sitúa en un puesto determinado de la multitudinaria clasificación. Contra lo que se espera a principio de temporada, uno acaba llevándose más berrinches que alegrías. Resulta que ese ariete que iba a comerse todas las áreas no da pie con bola, que ese centrocampista que en el Mundial fue figura se ha convertido en un figurón, y que el carrilero velocísimo se asfixia al primer trotecillo.

Ya puede uno bajar al vestuario virtual y montar una escandalera imaginaria a esa pandilla de zánganos irreales, que no hay nada que hacer. Antes de acabar la primera vuelta, es ya obvio que la cabeza de la clasificación está irremediablemente lejos y que sólo se puede aspirar a un puesto decente. Normalmente, no se llega ni a eso. Al final de la temporada, presa de santa ira, el presidente del Irreal rompe los papeles, despide a todo el mundo y prepara un equipo nuevo para septiembre, convencido de que esta vez sí, de que esta vez es la buena. Lo cual hace pensar que la patente podría haberse hecho en España, y no en el Reino Unido. Porque, al fin y al cabo, a lo que se juega es a ser Jesús Gil.

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