Editorial:

"Le president'

AUNQUE FALTAN aún seis meses para las elecciones presidenciales, la política francesa ha sufrido una aceleración y la polémica entre tres figuras de primer plano que aspiran a la sucesión de Mitterrand (el jefe del Gobierno, Balladur; el presidente del principal partido de la coalición gobernante, Chirac, y el presidente en funciones de la Comisión Europea, Delors) se ha convertido en el tema central de la vida política.Hace sólo un mes parecía que Balladur tenía todas las cartas para ganar: la situación económica había mejorado más de lo previsto; por primera vez en cuatro años el paro se red...

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AUNQUE FALTAN aún seis meses para las elecciones presidenciales, la política francesa ha sufrido una aceleración y la polémica entre tres figuras de primer plano que aspiran a la sucesión de Mitterrand (el jefe del Gobierno, Balladur; el presidente del principal partido de la coalición gobernante, Chirac, y el presidente en funciones de la Comisión Europea, Delors) se ha convertido en el tema central de la vida política.Hace sólo un mes parecía que Balladur tenía todas las cartas para ganar: la situación económica había mejorado más de lo previsto; por primera vez en cuatro años el paro se reducía; era el favorito de todos los sondeos. Pero el panorama cambió radicalmente con el estallido de graves escándalos en los partidos de la derecha y dentro del propio Gobierno: un antiguo ministro de Balladur, Carignon, alcalde de Grenoble, está en la cárcel. Otro ministro, Longuet, presidente del Partido Republicano, ha tenido que dimitir por supuesta corrupción. Después de uriá etapa en que parecía que los escándalos afectaban sólo a los socialistas, lo que les condujo a una humillante derrota electoral, de pronto resulta que la derecha está metida hasta el cuello en escándalos de corrupción que afectan directamente al Ejecutivo.

Los efectos se hicieron sentir muy pronto en los sondeos: Balladur empezó a bajar. Ello le obligó a cambiar de táctica: ya no podía limitarse a esperar que los frutos cayesen en su cesta. Tenía que empezar a hacer campaña, viajar a provincias, estrechar miles de manos. Eso obligó a Chirac, el candidato Oficial, a moverse. Le habían convencido de que para triunfar le convenia no quemarse dirigiendo el Gobierno. Pero surgió la sorpresa Balladur. Así se dibujaron dos aspirantes a la presidencia dentro del RPR, que se sumaban al consabido Giscard.

Balladur intentó aprovecharse de la categoría de jefe de la mayoría que le confiere la presidencia del Gobierno. Como tal, escribió a Chirac y a Giscard invitándoles a reunirse con él para estudiar cómo poner fin a las polémicas internas. Propuesta que ambos rechazaron, porque no querían hacer nada para resaltar el papel de Balladur. Es más, Chirac le convocó a una reunión de la dirección del RPR:. Balladur ni siquiera lo tuvo en cuenta. Ahora las espadas están en alto, sobre todo después de que Balladur acusase a Chirac de haberse encerrado en el castillo del partido. Una forma de decir que no sirve para salir a la calle, para aspirar al Elíseo.

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¿Qué tipo de modus vivendi va a encontrar la derecha francesa para resistir seis meses sin desgarrarse en sus querellas intestinas? Varios de sus líderes esgrimen ya la experiencia de las dos elecciones anteriores, 1981 y 1988, en que perdieron la presidencia por razones parecidas. Por si. no bastara con ello, y mientras esa batalla se dirime a la luz pública, aparece un fenómeno insospechado hace unos meses. Jacques Delors, sin ser candidato, sin pertenecer formalmente a ningún partido, está colocándose en cabeza de varios sondeos. Él ha dicho que solamente -tomará posición en 1995; pero en ese momento es probable que ya el Partido Socialista no tenga más remedio que inclinarse ante una situación de hecho y presentarle. Con ello se plantearía una transformación, no ya del Partido Socialista, sino de la izquierda- en general, con consecuencias difíciles de prever.

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