Editorial:

Grietas en IU

LAS DISCREPANCIAS públicas sobre asuntos como la construcción europea, la política de alianzas o el diseño autonómico entre los diferentes sectores de la coalición Izquierda Unida (IU) comprometen la consistencia del proyecto político identificado con esas siglas. Ciertos rasgos de su líder, Julio Anguita, favorecen seguramente esa falta de sintonía interna.Es lógico que un partido que considera al PSOE "de derechas" y se niega a pactar con él sitúe en el centro de su estrategia la perspectiva de convertirse él mismo en fuerza hegemonica de la izquierda. Es lo único que puede dar coherencia a ...

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LAS DISCREPANCIAS públicas sobre asuntos como la construcción europea, la política de alianzas o el diseño autonómico entre los diferentes sectores de la coalición Izquierda Unida (IU) comprometen la consistencia del proyecto político identificado con esas siglas. Ciertos rasgos de su líder, Julio Anguita, favorecen seguramente esa falta de sintonía interna.Es lógico que un partido que considera al PSOE "de derechas" y se niega a pactar con él sitúe en el centro de su estrategia la perspectiva de convertirse él mismo en fuerza hegemonica de la izquierda. Es lo único que puede dar coherencia a su estrategia. Pero se trata de una perspectiva poco realista, por el momento: la gran mayoría de los votos de izquierda en `las legislativas de 1993 fueron para el PSOE; los 260.000 votos ganados realmente por IU el 124 no impidieron que la distancia fuera todavía de 17 puntos porcentuales.

Pasada la euforia poselectoral han vuelto a abrirse las grietas. El último enfrentamiento entre Anguita y su socio catalán, Rafael Ribó, a raíz de la poco afortunada comparación entre Franco y Pujol hecha por el primero, vuelve a poner de relieve la incoherencia política de una coalición que pretende agrupar a todos los sectores que se muevan, aunque lo hagan en direcciones contradictorias. En materia autonómica, esa pretensión trata de hacer compatible la explotación de una cierta moda anticatalanista en Andalucía y otras regiones con la recuperación del radicalismo nacionalista en el País Vasco y Cataluña (con consignas como la de la autodeterminación).

Anguita goza de una alta valoración en las encuestas. Pero también figura entre los políticos que suscitan más rechazo. Ello tiene que ver seguramente con su estilo personal, cautivador para -los convencidos y dogmático o petulante para los que no lo están. Su opinión. de que la burguesía catalana era "la peor de todas" refiriéndose a la representada políticamente por Pujol fue un despropósito comparable al de su posible inspirador: el del diario tradicional de la derecha española cuando afirmó que el. PÑV es "el partido más reaccionario de Europa". En ambos casos se trataba de descalificar la alianza del PSOE con los nacionalistas, pero para Anguita se trataba, además, de justificar su propio acuerdo con el PP en Andalucía. Es ese sincretismo lo que irrita a los gentiles (incluyendo los sectores críticos de la coalición).

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El resultado es que IU no ha conseguido proyectar una imagen nítida y definida sobre la sociedad. Para muchos sigue siendo una mera operación de mercadotecnia del Partido Comunista, aún mucho menos sincera que la de sus homólogos de los países del Este que cambiaron de nombre entraron en un proceso de cambio, renegaron de lo! axiomas de la revolución bolchevique y se declararon socialdemócratas. Anguita, por el contrario, no pierde ocasión de vanagloriarse de su gran fidelidad a los ¡deales de Lenin.

El PCE que sigue vertebrando IU no ha cambiado ni el nombre, y tendrá sus razones; pero tampoco ha sido capaz de definir una identidad alternativa. Su IV Asamblea General, prevista para diciembre, podría ser la ocasión para fijar de una vez su espacio ideológico y político. Pero es difícil que lo logre mientras persista en ignorar lo que ha pasado en el mundo desde la caída del muro de Berlín; y en plantear una línea política destinada a todo excepto a ser puesta a prueba desde la responsabilidad del gobierno.

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