Tribuna:

El pequeño Cruyff

En vez de ocultarse en un caballo de Troya para ocupar por sorpresa el Barça del siglo XXI, Johan Cruyff ha construido su propia réplica y la ha llamado Jordi-Johan. Si los progresos del joven clon se confirman, podremos saludar a un nuevo talento del fútbol y desmentir, una antigua ley según la cual el genio es irrepetible.Hasta hoy, las estirpes del deporte eran una rareza biológica, personificaban menos la capacidad de reproducir una figura que la de imitar un estilo, y en el mejor de los casos eran un arte menor: en ellas nunca reaparecían los grandes astros; sólo reproducían, como una mod...

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En vez de ocultarse en un caballo de Troya para ocupar por sorpresa el Barça del siglo XXI, Johan Cruyff ha construido su propia réplica y la ha llamado Jordi-Johan. Si los progresos del joven clon se confirman, podremos saludar a un nuevo talento del fútbol y desmentir, una antigua ley según la cual el genio es irrepetible.Hasta hoy, las estirpes del deporte eran una rareza biológica, personificaban menos la capacidad de reproducir una figura que la de imitar un estilo, y en el mejor de los casos eran un arte menor: en ellas nunca reaparecían los grandes astros; sólo reproducían, como una modesta fotocopiadora, á algunos de esos ejecutantes académicos que viven de su buen oficio y que nunca nos atreveríamos a. llamar superclases. En esta cofradía genealógica hay largas listas de hermanos frustrados, primos dolientes y sobrinos deprimidos que únicamente son recordados por su apellidos, pero jamás lograron perpetuar sus nombres. Por desgracia para los mitómanos, la pasta de Pelé sólo se ha repetido en el árbol del caucho, el acero alemán nunca volvió a transmutarse en el terciopelo de Beckenbauer, el toque de Puskas lo robaron los pájaros carpinteros, y la codicia de Di Stéfano se la quedaron para siempre los personajes de Shakespeare.

Por si las ausencias fueran pocas con su propio advenimiento Cruyff encareció el juego y convirtió la cafi dad en un suceso desorbitado. Ade más de ser un futbolista portentoso se permitió inaugurar una nueva era del fútbol, precisamente la actual Cumplió esta misión en dos actos En su primera época reivindicó el valor del recorte, y en su madurez se anticipó a una de las más celebradas aportaciones de la industria del automóvil: la quinta velocidad. En tres acelerones conseguía desarmar a cualquier stopper inglés y desmontar cualquier cerrojo italiano. Su regate sólo se había personificado en el, viento flexible que mueve los molinos holandeses.

Ahora, nadie sabe cómo, ha incubado a un pequeño CruyfÍ. Por comprensibles razones de emulación, éste apunta un filo de Johan y otro de Laudrup. Y todavía es un proyecto.

En consecuencia, hay que esperarle como se espera un retoño, y disfrutar del milagroso acontecimiento celeste que el sábado presenciaron millares de aficionados barcelonistas: durante más de una hora, el nombre de Cruyff volvió a parpadear como una estrella lejana en el marcador del Nou Camp.

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