Tribuna:

Prejuicios

Mi alma alberga un sinnúmero de prejuicios. Uno de ellos es el de que la derecha, no tiene pensamiento. Mi intelecto me dice, y me enseña pruebas constantemente, que esto no es así. Me refiero, desde luego, al pensamiento político, y sé que todo viene de una tradición marxista totalizadora que a muchos nos tuvo (a algunos les tiene) convencidos de que ya sólo había una razón. Todo se basaba en unos cálculos matemáticos mal hechos por el padre de la teoría del valor (Carlos Marx).Las aguas han vuelto a su cauce, y la llegada de la democracia, sobre todo la práctica de la democracia, nos ha hech...

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Mi alma alberga un sinnúmero de prejuicios. Uno de ellos es el de que la derecha, no tiene pensamiento. Mi intelecto me dice, y me enseña pruebas constantemente, que esto no es así. Me refiero, desde luego, al pensamiento político, y sé que todo viene de una tradición marxista totalizadora que a muchos nos tuvo (a algunos les tiene) convencidos de que ya sólo había una razón. Todo se basaba en unos cálculos matemáticos mal hechos por el padre de la teoría del valor (Carlos Marx).Las aguas han vuelto a su cauce, y la llegada de la democracia, sobre todo la práctica de la democracia, nos ha hecho a todos un poco más tolerantes. De modo que me sorprendo con cierta frecuencia leyendo análisis de personas que militan abiertamente en la derecha. A veces me escandalizo a mí mismo compartiendo, incluso, algunos puntos de vista. Para calmar el escándalo me digo que ellos también se han hecho más tolerantes y que la derecha española ha asumido, también, la democracia.

Llevado por esta decadente actitud caí hace poco en brazos de Jiménez Losantos, es decir, leí uno de sus libros, uno que hace referencia a la democracia en España. La tesis fundamental consistía en que semejante cosa ya no existe desde que el PSOE gobierna. Jiménez añora los tiempos de la UCD.

Jiménez me ha hecho polvo. Todo lo que habían conseguido cambiar en mí gentes como Javier Tusell o Miguel Herrero de Miñón se ha tambaleado ante la demagogia, el rencor y la mala intención que desbordan sus escritos oportunistas (no olvido lo de Azaña). Pero he hecho firme intención de recuperar el pulso. Y es que me he dado cuenta de algo fundamental: mi tentación conciliadora hacia la derecha me hizo olvidar que también en su seno hay actitudes y capacidades cerebrales distintas.

Así que he decidido seguir leyendo textos de derechas.

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