Raphael, la desmesura en el cuartel

El artista intenta superar el último fiasco

Hoy se presenta Raphael en el Cuartel del Conde Duque. Repetirá mañana y pasado. Entre los seguidores del cantante hay expectación, porque su anterior aparición, el pasado 10 de enero en el teatro Lope de Vega de Madrid, derivó en auténtico guirigay: el infame sonido se coligó cruelmente con la afonía del artista. Pero aquel fiasco no fue más que un incidente pasajero en la trayectoria de este tenaz bregador que lleva 30 años en candelero. Y lo que te rondaré, morena. Porque el artista puede sorprender en Madrid con una representación, como actor, de la obra teatral Calígula, dirigido por su h...

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Hoy se presenta Raphael en el Cuartel del Conde Duque. Repetirá mañana y pasado. Entre los seguidores del cantante hay expectación, porque su anterior aparición, el pasado 10 de enero en el teatro Lope de Vega de Madrid, derivó en auténtico guirigay: el infame sonido se coligó cruelmente con la afonía del artista. Pero aquel fiasco no fue más que un incidente pasajero en la trayectoria de este tenaz bregador que lleva 30 años en candelero. Y lo que te rondaré, morena. Porque el artista puede sorprender en Madrid con una representación, como actor, de la obra teatral Calígula, dirigido por su hijo. Al tiempo.

Raphael (Linares, Jaén, 1944) formó parte en su niñez de la escolanía del Valle. de los Caídos. A mediados de los sesenta ganó uno de aquellos festivales de Benidorm que tantas figuras aportaron a la música popular (Julio Iglesias también empezó allí).A partir de entonces, el Niño de Linares no ha parado: ha grabado 74 álbumes, sigue actuando por todo el mundo y posee casi todos los premios internacionales que puede copar un cantante.

Es uno de los héroes folclóricos españoles del último cuarto de siglo. Loado sin medida por unos y vituperado con entusiasmo por otros, todo lo ha conseguido a base de voz, perseverancia y talante, sobre todo talante.

Fluidez temeraria

Ante nada se arredra. Su osadía está amancebada con una propensión irrefrenable a la desmesura y la grandilocuencia. Lo mismo ataca la Malagueña de Lecuona que el Bolero de Ravel; el mismo entusiasmo exhibe ejecutando a la Macorina que a la Llorona, o haciendo esa versión inenarrable de la Balada de la trompeta. Canta con fluidez temeraria todo lo que se le ponga por delante.Y Raphael adorna sus interpretaciones con un muestrario apocalíptico de mímica, arabescos, desplantes, sustos, suspiros, arrebatos y filigranas de grosor. Cada concierto suyo es una invitación al asombro.

Algunos incrédulos van a verlo sólo para alucinar, pellizcarse la nalga y exclamar: "No puede ser verdad lo que están viendo mis ojos".

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Por si fuera poco, Raphael anda enfrascado desde hace dos o tres años en un proyecto presuntamente monstruoso: estrenar, como actor, en un teatro de Madrid, el Calígula, de Camus, dirigido por su hijo Jacobo. No se sabe aún el nombre del adaptador literario dé la tragedia. Pero el cantante apunta muy alto; quiere vestirse de gala, quiere un lujo. Ver a Raphael convertido en aquel emperador romano que hizo cónsul a su caballo puede ser una emoción escatológica, el acontecimiento de este fin de siglo para los amantes de la perplejidad.

Raphael actúa hoy, lunes 22, mañana, martes 23, y pasado, miércoles 24, en Cuartel del Conde Duque, a las 22.30. Precio: 2.000 y 3.000 pesetas.

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