El amor agudiza el ingenio telefónico

Un burgalés 'pincha' los cables del tendido para hablar con su novia en CubaDicen que la distancia es el olvido, pero Julián Santamaría no lo cree así, siempre que haya de por medio mucho amor y un teléfono. Ese burgalés de 38 años, natural y residente en Salas de los Infantes (2.200 habitantes), hizo su primer viaje a la isla caribeña de Cuba en septiembre del pasado año. Estos días espera que se resuelvan los trámites administrativos para que Yolanda Soria, una joven cubana de 25 años, se convierta en su esposa y pueda trasladarse a España. De por medio, otras esposas, un poste...

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Un burgalés 'pincha' los cables del tendido para hablar con su novia en CubaDicen que la distancia es el olvido, pero Julián Santamaría no lo cree así, siempre que haya de por medio mucho amor y un teléfono. Ese burgalés de 38 años, natural y residente en Salas de los Infantes (2.200 habitantes), hizo su primer viaje a la isla caribeña de Cuba en septiembre del pasado año. Estos días espera que se resuelvan los trámites administrativos para que Yolanda Soria, una joven cubana de 25 años, se convierta en su esposa y pueda trasladarse a España. De por medio, otras esposas, un poste de teléfono y una posible deuda de más de un millón y medio de pesetas por el uso ilegal de la red telefónica.

Julián Santamaría, conocido como Pichi, partió por primera vez hacia Cuba con deseos de conocer la isla, descansar, divertirse y reconquistar algo de lo que se perdió en 1898. En la playa del Este, a 30 kilómetros de La Habana, conoció a Yolanda y poco a poco brotó entre ellos una apasionante historia de amor. Julián se quedó prendado del país, de las playas y de esta mujer. Prometió volver pronto y así lo hizo. En noviembre dispuso de ahorros y días libres y cruzó por segunda vez el charco, esta vez siguiendo la llamada de la pasión.

Trabaja de celador en una residencia. de la Diputación de Burgos y desde que conocía Yolanda los días tienen más horas, las vacaciones son más cortas y el sueldo más escurridizo: "Pienso mucho en ella, en estar con ella, pero por problemas burocráticos todavía no me la he podido traer para acá". Enfrentado a tan larga espera, ideó un sistema económico y bastante romántico para estar cerca de su amada: conectó en una caja de registro de un poste de Telefónica unos cables y un teléfono convencional. Así se mantuvo en contacto con ella desde el asiento de su Talbot Horizon, siempre con la complicidad de la Luna (a las dos de la madrugada en España son las ocho de la tarde en Cuba). Esto ocurría a dos kilómetros de Salas.

En los primeros meses de 1994 las cuentas de Telefónica no cuadraban. Después de varias revisiones sin encontrar el agujero, la empresa puso una denuncia ante la Guardia Civil. A Salas de los Infantes se desplazaron durante varios días números de paisano para descubrir el móvil y la autoría del pinchazo en la línea (se sospechaba que tuviera algo que ver con el tráfico de drogas o la prostitución, ya que las comunicaciones cruzaban el Atlántico).

El viernes 29 de abril, a las dos de la madrugada, un buen número de coches rodearon al de Julián, que permaneció inmóvil. Los miembros de la Benemérita le pillaron in fraganti, con su ingenio casero conectado, pero sin comunicación. Le esposaron y le llevaron al cuartelillo. Esa noche no pudo hablar con Yolanda y, además, vio amanecer entre rejas. Por la mañana prestó declaración ante el juez y quedó en libertad tras pagar una fianza de 50.000 pesetas. La noche de su detención iba a concretar con su amada la hora y el lugar de su esperado reencuentro. Ya tenía el billete comprado y las maletas llenas de planes y emoción.

Mientras sus compañeros y vecinos comentaban la última e ingeniosa aventura de Julián, él disfrutaba durante todo el mes de mayo del sol cubano y de la compañía de su futura esposa. A su regreso ha tenido que escuchar jocosos comentarios sobre sus habilidades electrónicas y sobre lo mucho que tiran los encantos de una mujer.

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