El museo encantado

Un taller infantil del Reina Sofía enseña a los niños la magia del arte

Llegan corriendo y alborotados. Dos horas más tarde se van volando y pintados. Todos los miércoles y los sábados, 30 niños se aventuran por los pasillos del Centro de Arte Reina Sofía y ven con sus propios ojos que el arte puede ser un acto de magia: descubren que los pájaros de los cuadros se escapan y aletean delante de sus narices y ningún bedel hace nada para impedirlo. De verdad. No sueñan. Sólo imaginan un poco, juegan con los colores y se llevan un pájaro de madera, armado por ellos mismos, a casa.Desde hace dos semanas, el taller infantil del Reina Sofía ha levantado la curiosidad de l...

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Llegan corriendo y alborotados. Dos horas más tarde se van volando y pintados. Todos los miércoles y los sábados, 30 niños se aventuran por los pasillos del Centro de Arte Reina Sofía y ven con sus propios ojos que el arte puede ser un acto de magia: descubren que los pájaros de los cuadros se escapan y aletean delante de sus narices y ningún bedel hace nada para impedirlo. De verdad. No sueñan. Sólo imaginan un poco, juegan con los colores y se llevan un pájaro de madera, armado por ellos mismos, a casa.Desde hace dos semanas, el taller infantil del Reina Sofía ha levantado la curiosidad de los padres y de los colegios. Hasta el próximo octubre, cuando el taller vuelva al museo, no quedan plazas. "La primera semana se agotaron todos los cupos que teníamos hasta finales de junio. Tenemos listas de espera para todas las sesiones, pero son innecesarias: ningún padre se ha arrepentido a última hora de traer a su hijo", explica Pilar de Miguel, Jefa del departamento educativo del museo.

El teatro de la Luna es el dueño del proyecto del taller, dedicado esta vez a los pájaros que anidan en cuatro cuadros del museo. Canal + ha patrocinado el coste de dos tercios de la experiencia; el resto del dinero ha salido de las arcas del centro de arte.

El taller, dirigido a niños entre seis y diez años (divididos por edades en dos grupos), está en un recodo de la planta baja del museo. Tras un biombo, y bajo la atenta mirada de un vigilante jurado, los 30 niños arman un pájaro con piezas de madera de distintos tamaños y juegan a pintarlos con siete colores diferentes. Pero la magia ha comenzado una hora antes cuando, cogidos de la mano de dos en dos, visitan cuatro obras de la colección permanente: dos cuadros de Benjamín Palencia y Anglada Camarasa, y dos esculturas de Joan Miró y Alberto Sánchez. "Vinimos varias veces a buscar por todo el museo pájaros poéticos y con mucha fuerza expresiva. La idea era que los niños se quedaran prendidos de ellos por su expresividad o su colorido", señala Eulalia Domingo, una de los tres monitores del taller.

En el proceso de selección desecharon dos pájaros de Solana porque eran demasiado sombríos para despertar la imaginación de niños tan pequeños que, en su mayoría, nunca habían visitado un museo. "Los que habían estado antes en un museo conocían el Prado solamente. No saben muy bien cómo interpretar los cuadros modernos ni el arte de las vanguardias", comenta Domingo, guía de los niños por los cuadros del Reina Sofía.

Dentro de la sala dedicada a Joan Miró, donde el grupo de escolares observaba la escultura Mujer y pájaro, del catalán, un niño rubio comentó a su profesora mientras pasaban delante de uno de los cuadros: "Esto lo puede hacer cualquiera, no tiene ningún sentido".

La maestra miró la obra sin título y sólo atinó a contestar: "Pues sí, hijo, sí, tienes razón".

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Tras contemplar el pájaro orgulloso y elegante de Anglada Camarasa, el sencillo y alegre de Palencia, la escultura del gallo enamorado de Sánchez y la señora con un pájaro en la cabeza de Miró, los niños bajaron hasta el pequeño teatro de guiñol montado en el recodo de la planta baja. La magia seguía sin atemorizarlos. "Tienen ganas de aprender. Se distraen porque son niños, pero tienen interés. Nuestro propósito es que su primera visita a un museo se les quede grabada como algo grato para que les nazca el deseo de volver", explica Juan Manuel Recover, monitor.

Los materiales para cada sesión cuestan alrededor de 20.000 pesetas. "Procuramos ajustarnos a ese presupuesto, para no llevarnos sorpresas desagradables al final", explican los organizadores. Hasta finales de junio, los 420 niños que pasarán por el taller gastarán 20 kilos de pintura y emplearán 3.600 piezas de madera para crear su propio pájaro.

Segundo hechizo

Antes de convertirse en creadores, los niños tienen que vivir la segunda parte del hechizo. Con la cabeza alterada después de los cuadros observados y el descenso en los ascensores transparentes se sientan sin rechistar en unas sillas de cartón. Delante de ellos, en el teatro de guiñol, los pájaros se despiertan, salen del marco y vuelan por el. teatro. Y los niños se dejan llevar, pese a que saben que son marionetas de madera y cartón, y que los monitores las manejan a escondidas. La reproducción es conmovedora.

Las cuatro aves de las obras cobran vida propia y los pequeños espectadores no se asombran. "Así juegan los cuadros cuando las puertas del museo se cierran y nadie los ve", explica una voz. La música, creada por Daniel Lovecchio, acompaña a las marionetas en su fuga de las obras de arte.

La mujer de Miró persigue a su gorrión. El gallo de Alberto Sánchez coquetea con la gallina, que no se deja convencer. Los pájaros de Palencia planean por el escenario. Al final del encantamiento, cuando los monitores salen de atrás del teatro, los niños se pelean por comentar sus impresiones. No les hicieron falta explicaciones para entender el juego.

Por fin, les toca el turno a los niños. Los monitores les explican que tienen piezas de tres tamaños distintos para fabricar, con imaginación, su propio pájaro. Cada niño dispone de tres cabezas, tres cuellos, tres cuerpos y tres colas, y de un bote de pegamento para fijar las piezas de madera entre sí.

"Probamos con distintos materiales antes de optar por la madera. Quisimos hacer marionetas, pero los niños se iban a complicar con los hilos. Luego pensamos en el cartón, pero tarda demasiado en secarse y se deforma", señala Eulalia.

Cuando los monitores abren los botes de pintura estalla la guerra de los colores. En vez de plumas, los pájaros tienen lunares. En vez de ojos, rayas. La cola está pegada en la barriga y las alas están al revés. Al final, los niños no sólo se van con sus obras coloreadas, se llevan también las boquitas pintadas.

Taller infantil. Petición de hora para los miércoles (colegios) y para los sábados (particulares) en el teléfono 527 72 05. Sólo hay plazas a partir de octubre próximo. Gratis.

El sonido de un cuadro

El teatro de la Luna continuará con el taller de pájaros hasta finales de año, pero está planificando el contenido de los siguientes talleres. Cómo suena este cuadro será el primero de ellos. "Hemos visto que en muchos de los cuadros cubistas de la colección del Reina Sofía hay instrumentos musicales o fragmentos de ellos", señala la monitora Eulalia Domingo. Su propósito es que los niños descubran esos trozos, identifiquen los instrumentos escondidos y escuchen su sonido. Una de las ideas en marcha es convertir al Hombre con pipa, de Miró, en el presentador del teatro de guiñol. "Al final, los niños construirían su propio instrumento musical, aunque todavía no hemos resuelto la manera de hacerlos", añade Domingo. El siguiente taller será de corbatas. Los niños trabajarán su imaginación a partir de un solo cuadro, La danza de las corbatas, de Francisco Bores. "Aunque el título es precioso, es una obra dura y sombría. Los colores son ocres y apagados", señala Domingo.El teatro de la Luna pondrá hilos a esas corbatas y les dará la vuelta para que aparezcan los mil colores y formas que se esconden detrás. Algunas serán como trompas de elefante, otras como serpientes y también como esbeltos cuellos de jirafas.

Los niños pintarán las corbatas a su gusto y podrán colocárselas en los brazos como una manga para darles movimiento.

El próximo año, los monitores incorporarán a niños de cuatro y cinco años.

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