Cartas al director

¡Qué mala suerte!

El señor Félix de Azúa (Opinión, Los ingleses y el miedo, EL PAÍS del 30 de abril de 1994) no tuvo todas consigo cuando, tras 15 años sin visitar Londres, se encontró con que el circo mental que él se había creado sobre la ciudad se había desmantelado. El director de pista con bombín y paraguas, el piloto fantástico que frenaba en seco ante el paso de cebra, el gentleman alelado y servicial, todos habían desaparecido. Mi mujer y yo hemos tenido más suerte que él. Hemos visitado Londres en tres ocasiones, en menos de un año, y cada vez nos gusta más. En Londres hemos encontrado la...

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El señor Félix de Azúa (Opinión, Los ingleses y el miedo, EL PAÍS del 30 de abril de 1994) no tuvo todas consigo cuando, tras 15 años sin visitar Londres, se encontró con que el circo mental que él se había creado sobre la ciudad se había desmantelado. El director de pista con bombín y paraguas, el piloto fantástico que frenaba en seco ante el paso de cebra, el gentleman alelado y servicial, todos habían desaparecido. Mi mujer y yo hemos tenido más suerte que él. Hemos visitado Londres en tres ocasiones, en menos de un año, y cada vez nos gusta más. En Londres hemos encontrado la metrópoli perdida, la ciudad que avanza con los tiempos y que marca las corrientes que muchos otros acaban siguiendo. Las razas y culturas se mezclan enriqueciéndose y enriqueciendo el ambiente.El trato que hemos recibido en todos los lugares., desde el Soho hasta knightsbridge, desde Caniden hasta Embankment, ha sido cordial, abierto y agradable. A la hora de cruzar pasos de peatones, los conductores siempre frenaron y esperaron a que cruzáramos (¡qué suerte!) incluso presenciamos, con asombro, cómo mientras un camión descargaba, bloqueando el tráfico durante tres minutos en Kings Road, ninguno de los más de veinte vehículos que esperaban utilizaron el claxon.

No hemos visto violencia callejera (hooligans, ulutrasures y boixos nois son plagas internacionales) y no nos hemos sentido inseguros en ningún momento (y, salimos por la noche). Cierto es que hay muchos sin techo que ocupan las entradas de tiendas y edificios de oficinas al caer la noche, pero no son agresivos ni molestan a nadie; es más, la gente de la calle se para a charlar con ellos y de madrugada furgonetas con pequeñas cocinas en su interior calientan café y bollos que reparten gratuitamente entre todos, para ayudarles a llevar una desgracia que asumen con dignidad admirable. Londres es así, una ciudad de contrastes, vital y sorprendente; para gente positiva. Y los negativos, que vayan cada 15 años.- José Luis Casas Vallés.

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