Desplante al Dalai Lama en Tierra Santa

Israel ignora la visita del líder tibetano para no irritar a China

Fue un desplante para el cual trataban ayer en vano de hallar eufemismos los funcionarios israelíes. El Dalai Lama, que llegó hace dos días, también pugnaba por restar importancia al curioso hecho de que el líder espiritual de 120 millones de budistas no fuera recibido por las autoridades israelíes de Tierra Santa. "Es una visita privada", dijo sin revelar el malestar que debe producir el hecho de ser una figura religiosa universal, premio Nobel de la Paz, líder del Gobierno tibetano en el exilio, y no ser recibido siquie por un representante del ceremonial del Estado israelí. ¿La razón de tan...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Fue un desplante para el cual trataban ayer en vano de hallar eufemismos los funcionarios israelíes. El Dalai Lama, que llegó hace dos días, también pugnaba por restar importancia al curioso hecho de que el líder espiritual de 120 millones de budistas no fuera recibido por las autoridades israelíes de Tierra Santa. "Es una visita privada", dijo sin revelar el malestar que debe producir el hecho de ser una figura religiosa universal, premio Nobel de la Paz, líder del Gobierno tibetano en el exilio, y no ser recibido siquie por un representante del ceremonial del Estado israelí. ¿La razón de tan extraña frigidez diplomática? El pragmatismo de la política y los negocios. Israel no quiere enfadar a China.El Dalai Lama huyó del Tíbet en 1959 tras un frustrado alzamiento contra el dominio de Pekín, al que acusa de haber cometido "genocidio cultural". Actualmente tiene su sede en la India, pero viaja más que el Papa y donde va recibe el tratamiento que se dispensa a los personajes más notables. Oficialmente, el Dalai Lama es huésped de la Sociedad Israelí para la Protección de la Naturaleza y su portavoz ha dicho que no se siente para nada molesto por el hecho de que no haya sido bienvenido por el Gobierno de Isaac Rabin.

"Su Santidad ha expresado específicamente el deseo de que éste fuera un peregrinaje privado para rendir homenaje a los sitios sagrados de tres grandes religiones", dijo el portavoz mientras el Dalai Lama contemplaba en silencio el paisaje del atardecer en Jerusalén. "No tenía intención de verse con los líderes políticos y así se le informó al Gobierno israelí", agregó. Para la cancillería, este anuncio debió de ser un alivio.

Israel, que desde que se embarcó en el proceso de paz con los árabes ha mejorado considerablemente sus relaciones internacionales, estableció vínculos con Pekín en 1992. Para los israelíes, China es ahora un interlocutor extraordinariamente importante y valioso y, por lo tanto, no conviene irritarle en lo más mínimo. Premisa número uno: China conserva su influencia sobre los gobiernos árabes. Dos: China es justificadamente considerada como un mercado de astronómico potencial para las exportaciones israelíes. Y tres: China toma puntual e indefectiblemente nota de los Gobiernos que se muestran demasiado amistosos con el Dalai Lama porque considera que la hospitalidad que se ofrece al líder religioso es un acto de interferencia en los asuntos internos de Pekín.

Con todo, nada más llegar a Jerusalén cumplió con el ritual de los visitantes ilustres. El Dalai Lama depositó una ofrenda floral en Yad Vashem, el museo dedicado al holocausto judío, y recibió un título honorario de la Universidad hebrea.

En su visita al Muro de las Lamentaciones, ante el que oró, tuvo que sufrir los improperios de algunos judíos ortodoxos. "Pareces inteligente, pero eres un estúpido alejado de la reafidad", le espetó uno. "Estrafalario, maniaco político", le dijo otro.

Archivado En