Entrevista:

"No se puede ser budista y jugar a la Bolsa"

Bioquímico, diplomado en humanidades y profesor de kárate. José Luis Paniagua, 50 años, además escribe libros. El último, Amazonas y guerreros, ácaba de ver la luz. Es casi un manual de conducta para habitantes de la urbe con una sola receta: autoconocerse.Pregunta. ¿En Oriente está el remedio?

Respuesta. Ni Oriente ni Occidente tienen soluciones absolutas.

P. ¿Y el auge del budismo?

R. Responde a la necesidad de buscar respuestas. No es una religión, sino una actitud ante la vida, basada en la corrección y la impecabilidad. Como no se ha...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Bioquímico, diplomado en humanidades y profesor de kárate. José Luis Paniagua, 50 años, además escribe libros. El último, Amazonas y guerreros, ácaba de ver la luz. Es casi un manual de conducta para habitantes de la urbe con una sola receta: autoconocerse.Pregunta. ¿En Oriente está el remedio?

Respuesta. Ni Oriente ni Occidente tienen soluciones absolutas.

P. ¿Y el auge del budismo?

R. Responde a la necesidad de buscar respuestas. No es una religión, sino una actitud ante la vida, basada en la corrección y la impecabilidad. Como no se ha impuesto nada de eso, sino sólo un formalismo, la moda del budismo es una chorrada: no se puede ser budista y jugar a la Bolsa.

P. ¿Por qué?

R. Porque no se puede especular con los bienes y los trabajos de la gente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

P. En su libro predica la mirada al espejo.

R . Sí, el espejo muestra la verdad con honradez. Ante él uno sabe lo que está haciendo mal, cuál es la coraza de la que necesita desprenderse, aunque cueste.

P. ¿Y salir a la calle sin ella?

R. Sí. Se puede ir por la vida con corrección, solidaridad y ternura. Si no hay ternura es porque somos débiles.

P. Pero es lo más opuesto al comportamiento en un atasco.

R. Claro, es el agobio de la gran ciudad. Aquí el coche se usa para aislarse.

P. ¿Por qué?

R. Si uno vive en 50 metros cuadrados, ¿dónde puede meterse el dedo en la nariz a gusto si no en el coche? El automóvil se ha convertido en la concha de caracol que llevamos a cuestas.

P. Y tan contentos con ella.

R. Y tan agresivos, porque no podemos ejercer nuestras energías en toda su plenitud. La vida urbana es patológica. En una ciudad como esta, el crecimiento vertical, el abigarramiento y el ruido, aunque lleve mensajes, afectan gravemente al individuo. La intimidad está amenazada por el vecino. El tiempo que se dedica a la supervivencia y la falta de espacio conforman un panorama para que el ciudadano sea un terrorista en potencia.

P. ¿Hay solución?

R. Lo mejor sería demoler la ciudad y hacerla horizontal, de casas bajas. Como eso parece imposible, lo único que se puede hacer es recuperar la conexión con la naturaleza y trabajar la agresividad.

P. ¿Cómo?

R. Para eso sirven las artes marciales. Los deportes con este apellido, en cambio, estimulan la agresividad.

P. ¿Y después?

R. La correcta utilización de la cibernética podría salvamos. Las máquinas nos permitirían volver a la naturaleza.

P. El mundo feliz...

R. Pero lejano. El poder no está dispuesto a aceptar ese uso de las máquinas: necesita la sumisión y no la libertad de los individuos. Soy optimista, pero estamos abocados a la catástrofe.

Archivado En