Agente camaleón

-¿Oye, dónde has pillado el chocolate?

La chica alza los ojos de su porro y mira al tipo que se encorva sobre ella, a su chupa y al pendiente de su oreja.

-No, por aquí no hay.

La muchacha se queda, tan feliz, sentada en una esquina. El tipo que se aleja a paso ligero es en realidad un simulador como la copa de un pino. Agente Rommel, 33 años, un hijo de pintor de brocha gorda de Cuatro Caminos, enamorado de la historia militar y adscrito al Grupo de Ordenanzas Municipales de la Policía Municipal, vulgo GOM.

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-¿Oye, dónde has pillado el chocolate?

La chica alza los ojos de su porro y mira al tipo que se encorva sobre ella, a su chupa y al pendiente de su oreja.

-No, por aquí no hay.

La muchacha se queda, tan feliz, sentada en una esquina. El tipo que se aleja a paso ligero es en realidad un simulador como la copa de un pino. Agente Rommel, 33 años, un hijo de pintor de brocha gorda de Cuatro Caminos, enamorado de la historia militar y adscrito al Grupo de Ordenanzas Municipales de la Policía Municipal, vulgo GOM.

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El nuevo grupo policial funciona desde octubre

Rommel, con su aire de rockero, o Cualquiera de sus 30 compañeros, han sido, por su invisibilidad, una pieza clave en la operación que ha sorprendido sirviendo copas a menores de 16 años en seis discotecas de Madrid. Los GOM creen que lo de las discotecas es pan comido y disfruten mas reventando cocederos de marisco ilegales camuflados en chabolas, paseándose por Mercamadrid como vulgares mayoristas para destapar quién vende género para la venta ambulante o llevándose por delante 125 kilos de petardos, o 26 millones de material a un perista. Que cinco meses de trabajo, desde que empezó a funcionar el primer grupo de paisano de la Policía Municipal, les han cundido mucho."Entras, miras si piden el carné en la puerta y te rijas en la pinta de los chicos que beben. Luego los marcas, los señalas de alguna manera, y los uniformados actúan". Rommel se acoda en la barra de una cervecería de Galaxia que despacha minis de cerveza sin mirarle los granos de la cara al que los pide. Así que avisa a los uniformados.

De la media docena de chicos que sacaron del bar el viernes, dos tenían 15 años. "Tranquilos, que a vosotros no os va a pasar nada, es al bar", les explicaba un cabo de uniforme. Cuando Rommel y sus colegas se habían ido ya, el dueño del bar se explicaba ante la patrulla.

Con una autorización especial de la Delegación del Gobierno para trabajar sin uniforme, las voces de los agentes del GOM recorren el aire por canales especiales, sólo usan nombres de guerra, y ni sus coches, a veces trastos chirriantes, llaman la atención. Ellos, vestidos a menudo de margaritos (desastrados, tirados) miran, y tratan de desaparecer en el paisaje para no quemarse, es decir, para que el vigilado no se entere. Por eso se obsesionan con camuflarse. A Rommel y a Willow les llegó a ofrecer droga un chaval en San Blas. "Con que si quereís caballo, ¿no? Ven para acá", le dijeron. Willow: 25 años, un hércules bajito con cazadora, cinturón negro de yudo, aficionado a las videoconsolas; por la mañana corre, hace pesas; por la tarde disfruta siendo policía.

Inspector Gadget

A Sebas, el cabo del GOM, 32 años, le dirán hoy sus muchachos que con esa gabardina que lleva parece el inspector Gadget. Lo que tiene, aparte de dos hijas guapísimas, es carita de bueno y ganas de contar historias: de cuando Custeau se convirtió durante mes y medio en obrero de la construcción para vigilar un contrabando de tabaco.

Hoy, viernes, Willow y Rommel se han enrollado a unas chicas para ir un garito. Llegaron, vieron que se pedían carnés y les dijeron: "Muchas gracias por colaborar con la policía". Las chicas -primeras sombras en los párpados- se quedaron patitiesas. Pero la impresión no les duró tanto. Escoltaron de nuevo a los dos agentes -vaqueros de marca negros, cazadora moderna, pendiente, pelo bien cortado- a la base de Aurrerá. Les ponían ojitos.

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