El pintor más visto del siglo

El teatro llora la desaparición del cartelista Atilano Hernández

Ni Picasso, ni Miró, ni Dalí tuvieron la oportunidad de exhibir sus obras durante meses en las mejores fachadas de la Gran Vía madrileña y otras ciudades españolas y extranjeras, y tener miles de espectadores diarios durante varias décadas. Nadie duda que haya pintor del siglo XX cuya obra se viese más que la de Atilano Hernández, que ocultaba con coquetería sus 76 años. Muchos ignoraban su existencia, pero el pasado jueves la noticia de su muerte conmovió al mundo teatral, donde era un personaje conocido y querido por todos. Atilano, cuyo apellido nunca se utilizaba para hablar de él, pasó lo...

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Ni Picasso, ni Miró, ni Dalí tuvieron la oportunidad de exhibir sus obras durante meses en las mejores fachadas de la Gran Vía madrileña y otras ciudades españolas y extranjeras, y tener miles de espectadores diarios durante varias décadas. Nadie duda que haya pintor del siglo XX cuya obra se viese más que la de Atilano Hernández, que ocultaba con coquetería sus 76 años. Muchos ignoraban su existencia, pero el pasado jueves la noticia de su muerte conmovió al mundo teatral, donde era un personaje conocido y querido por todos. Atilano, cuyo apellido nunca se utilizaba para hablar de él, pasó los últimos 45 años de su vida poniéndoles una nariz de dos metros a los más guapos y famosos. Y ellos quedaban encantados con sus varios palmos de narices, ya que los grandes cartelones de las fachadas de los teatros y de la práctica totalidad de los cines de la ciudad alimentaban su ego cuando quien reproducía su imagen era Atilano.De joven quería ser pintor de óleos. Pero en su primera exposición un falangista vio la firma, le denunció por rojo y se pagó más de seis años en la cárcel. Eran los tiempos en los que participar en la construcción del Valle de los Caídos servía para reducir pena a quienes sobrevivían.

En lo de los carteles empezó hace casi cincuenta años. Cuando la censura revisaba todos los trabajos que iban a ser colgados, le dibujaban por dónde tenía que ir el escote de alguna actriz o le obligaban a añadir una camiseta a la figura pintada de Johnny Weissmuller en su papel de Tarzán con taparrabos. Entonces también estaban otros en el oficio, como Jano (con quien trabajó como dibujante en la revista El Ginesito). Hoy ya son muy pocos los que quedan; de los veteranos, él era el último superviviente. Aunque queda el taller de los herederos de uno de sus discípulos y el suyo propio, que continuará con su gente de confianza, su mujer, Concepción Amor, y la supervisión de su hijo José María. Atilano también alternó este oficio cinematográfico con esporádicas incursiones como actor, escenógrafo y decorador.

En estos últimos días la familia ha recibido muestras de cariño por todas partes y son numerosos los telegramas de pésame que llegan. "No es de extrañar", dice su hijo José María; "mi padre, que era una persona alegre y divertida, no mantenía con sus clientes una relación empresarial, sino de amistad". Y como amigo le trataban famosos como Manolo escobar, Addy Ventura, José Tamayo, Antoñita Moreno, Lina Morgan, Marifé de Triana, Raphael o Sara Montiel. Incluso esta última conserva en su casa un retrato realizado por Atilano, de más de 10 metros cuadrados, que estuvo colgado en una fachada. Él, en más de una ocasión, declaró su debilidad por la actriz y cantante.

La complejidad de las causas de su muerte ha preocupado a la familia. La pasada semana sufrió un infarto cerebral, pero la mañana del jueves, poco antes de morir, una doctora del hospital Clínico, donde ingresó en coma, diagnosticó además un fallo pulmonar y comunicó a su Mujer que el paciente tenía cáncer de pulmón.

Este dictamen agudizó el dolor de los suyos, porque en el hospital Gregorio Marañón, donde le hacían un seguimiento de sus problemas cardiacos, le venían. diciendo desde hacía dos años que tenía una mancha en el pulmón, pero que debía ser una inflamación y que, en cualquier caso, no sabían lo que era. "Es indignante que aún pasen estas cosas y si denunciamos estos hechos es por si se puede evitar que le ocurra lo mismo a otra persona", comentan su mujer y sus hijos. Él nunca llegó a conocer que padecía un cáncer.

El último cartel

El último cartel dibujado por Atilano está en la fachada del teatro Albéniz. Fue para el grupo Els Joglars. Durante el estreno de la obra El Nacional, el pasado jueves, corrió como la pólvora la noticia de su muerte.En la profesión le querían y hablaban de la importancia de su trabajo, siempre ejecutado con la misma e inalterable técnica a mano y sin proyecciones. "El que no sabe el oficio proyecta una diapositiva", dice su hijo.Atilano nunca dejó de ser republicano. Por ironías del destino tuvo que trabajar varias veces para la Casa Civil del anterior jefe del Estado y para las famosas Ferias del Campo. En una de ellas, le, encargaron menos carteles de los necesarios. El día de la inauguración, a medida que pasaba Franco por las casetas, Atilano y su equipo cargaban con los carteles, corrían, se adelantaban a la comitiva sin ser vistos, e instalaban los mismos carteles en otro lugar del recorrido.

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