Con un palmo de narices

Cecilio, la mascota del Campeonato del Mundo de esquí Sierra Nevada 95, despidió al último participante del París-Dakar, que partió de Granada poco después del mediodía de ayer. Lo hizo con cariño, de la misma manera que había recibido al primero en llegar, el motorista francés Pierre Briais, apenas 15 horas antes. Igual que lo habían hecho muchos pueblos y ciudades de España, que se volcaron durante dos días con la caravana en su travesía hacia el desierto.Sin embargo, puede que muchos aficionados pensaran que para tan poco viaje no hacían falta tantas alforjas. A los organizadores, en...

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Cecilio, la mascota del Campeonato del Mundo de esquí Sierra Nevada 95, despidió al último participante del París-Dakar, que partió de Granada poco después del mediodía de ayer. Lo hizo con cariño, de la misma manera que había recibido al primero en llegar, el motorista francés Pierre Briais, apenas 15 horas antes. Igual que lo habían hecho muchos pueblos y ciudades de España, que se volcaron durante dos días con la caravana en su travesía hacia el desierto.Sin embargo, puede que muchos aficionados pensaran que para tan poco viaje no hacían falta tantas alforjas. A los organizadores, encabezados por el ya famoso Fenouil, no les importó que la gente tuviera que aguardar horas y horas a la intemperie. "Estuvimos esperando desde las seis de la tarde hasta pasadas las nueve. No puede ser. Creo que han defraudado al público", comentó el miércoles a altas horas de la noche un aficionado granadino. En la capital andaluza, la llegada, anunciada para antes de las 20.00, se produjo a partir de las 21.15. El grueso de la caravana apareció cerca de la medianoche. Y el público, entre el que se encontraban algunos partidarios del Frente Polisario, resistió estoicamente pese a las bajas temperaturas.

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Peor les fue en Vitoria, donde sólo una tercera parte de los competidores se detuvo para recibir el homenaje popular. Por la mañana, antes de salir de Burdeos, Fenouil anunció que los controles de paso no eran obligatorios, que no hacía falta parar ni en Vitoria ni en el circuito del Jarama. Muchos hicieron caso de su advertencia, aunque no los pilotos españoles, que sí respondieron al recibimiento del público.

"Cuando llegamos a Irún, pensamos seguir el trayecto con las motos subidas en las furgonetas y sentados cómodamente en el motorhome", explicó Jordi Arcarons. "Llovía y hacía frío. Pero cuando vimos a toda la gente que había en los bordes de las carreteras, decidimos que valía la pena mojarse con ellos". Los pilotos tuvieron el tacto y la atención que le faltó a la organización, cuyo único interés parece ser satisfacer al público y a los medios de comunicación franceses.

El presidente de la Federación Española de Automovilismo, Carlos Gracia, presente en el Jarama, tampoco estuvo muy fino. "Al ver el lío que se había organizado en el centro de Madrid, les recomendé a algunos que pasaran por la M-40 para ganar tiempo", reconoció. Sin duda, su actitud benefició a los participantes, pero no fue demasiado respetuosa con miles de espectadores.

En las dos pruebas cronometradas disputadas ayer, los organizadores volvieron a mostrar despreocupación por el público. En la base aérea de Armilla, donde se celebró una especial de seis kilómetros, los espectadores no tuvieron acceso al interior del recinto. Tuvieron que conformarse con ver actuar a sus ídolos desde detrás de una valla.

La organización no se libró de la crítica de los participantes por diseñar, un recorrido tan extenuante antes de llegar a África. "No puede ser que nos hagan hacer estos enlaces de más de 1.000 kilómetros y que lleguemos a Granada y tardemos dos horas en atravesar la ciudad", comentó uno de los pilotos españoles, que se sintió muy emocionado por la acogida del público granadino.

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