Cartas al director

La ciencia española

A propósito del artículo de Alicia Rivera publicado en EL PAÍS del día 8 de diciembre en tomo a la reestructuración del CIB (el mayor centro de los pertenecientes al CSIC), me gustaría transmitir una reflexión personal a la sociedad española, que, siendo la que financia en un muy elevado porcentaje los gastos que la investigación genera en nuestro país, en mi opinión, no se siente conocedora ni tampoco beneficiaria de la rentabilidad de dicha inversión.Desde que tengo uso de razón he oído decir en múltiples lugares y a las más diversas personalidades que en España lo provisional, aquello que s...

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A propósito del artículo de Alicia Rivera publicado en EL PAÍS del día 8 de diciembre en tomo a la reestructuración del CIB (el mayor centro de los pertenecientes al CSIC), me gustaría transmitir una reflexión personal a la sociedad española, que, siendo la que financia en un muy elevado porcentaje los gastos que la investigación genera en nuestro país, en mi opinión, no se siente conocedora ni tampoco beneficiaria de la rentabilidad de dicha inversión.Desde que tengo uso de razón he oído decir en múltiples lugares y a las más diversas personalidades que en España lo provisional, aquello que se crea exclusivamente con el ánimo de solventar una situación transitoria, puede acabar arraigando hasta el punto de mantenerse por tiempo inmemorial. Si ésta es una mala costumbre (¡ojo!, porque en muchas ocasiones es una imposición) en cualquier ámbito o actividad humana, en la investigación el problema se agudiza, porque lo que debería ser autocrítica permanente en el trabajo científico (al objeto de progresar) se sustituye por espasmódicas reformas de reformas que no sólo no estimulan la creatividad, sino que convierten la labor del investigador en una rutinaria ejecución de actividades cuyo objetivo es el

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de engordar un catálogo de méritos previamente stablecido, y, por cierto, hoy día ampliamente cuestionado en todos los países desarrollados, que poco tiene que ver con la rentabilidad que se supone se espera de nosotros.

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En definitiva, la reestructura ción del CIB no ha sido ni más ni menos afortunada que las ya rea lizadas en otros centros del CSIC o las que aún esperan en en larga lista de institutos que lo componen. Los problemas de nuestra ciencia no son meramente organizativos, ni siquiera de carencia de medios humanos o materiales. A los investigadores nos falta autocrítica individual (que requiere valor) y colectiva (que necesita de visión y perspectiva de futuro); y esto no se adquiere a través de reestructuraciones, se infunde a los científicos jóvenes en sus primeras etapas de formación como investigadores.. Investigador del CSIC en el Instituto Eduardo Torroja.

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