Bocaidentes y milindres

Algunos dulces de toda la vida salen a los escaparates sólo en Navidad

La Navidad puede celebrarse con más o menos rito o con más o menos devoción. Pero paganos y cristianos coinciden en una cosa: a estas fiestas hay que ponerles mucho azúcar y empacharse. La Navidad es un tiempo en el que se desempolvan antiguas recetas y las pastelerías hacen su particular agosto invernal.A la consigna de "cuanto más dulce mejor, pero siempre que sea bueno", las confiterías de más honda tradición ofrecen una innumerable lista de especialidades. Año tras año, el turrón se erige en rey absoluto entre todas estas golosinas de temporada, y esto lo saben bien en Casa Mira, donde num...

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La Navidad puede celebrarse con más o menos rito o con más o menos devoción. Pero paganos y cristianos coinciden en una cosa: a estas fiestas hay que ponerles mucho azúcar y empacharse. La Navidad es un tiempo en el que se desempolvan antiguas recetas y las pastelerías hacen su particular agosto invernal.A la consigna de "cuanto más dulce mejor, pero siempre que sea bueno", las confiterías de más honda tradición ofrecen una innumerable lista de especialidades. Año tras año, el turrón se erige en rey absoluto entre todas estas golosinas de temporada, y esto lo saben bien en Casa Mira, donde numerosos clientes repiten anualmente el protocolo de esperar largas colas a pie de calle en la carrera de San Jerónimo para salir con su tableta bajo el brazo.

Muy cerca, con sólo atravesar la Puerta del Sol, se llega a El Riojano, fundada en 1855 por la familia Comontes. La confitería ofrece tras sus antiguos mostradores 12 variedades de turrón; entre ellas, el Puerto Príncipe (con yema, caramelo, almendra y azúcar) es el que más solicitado está. Pero los dulces que han hecho las delicias de muchas generaciones son los bocaidentes de nuez y almendra y los milindres, turrón con merengue; unos y otros los preparan sólo durante la Navidad, así como el guirlache o sus frutas glaseadas.

Todo aquel que quiera seguir ésta particular peregrinación por la misma zona puede darse una vuelta por Pozo, un establecimiento muy conocido en Madrid gracias a la excelencia de sus hojaldres, pero que en esta época amplía considerablemente su surtido. En él destacan sus originales polvorones, ya que están hechos de avellana en lugar de almendra. Junto a ellos destacan sus mantecados en forma de estrella, o sus peladillas y piñones absolutamente artesanales. Si se buscan nuevas sensaciones merece la pena probar el turrón de naranja o el de café y whisky, aunque si se opta por lo tradicional, las empanadillas de mazapán harán la boca agua.

Y del Madrid antiguo a otra de las zonas de la capital dulceras por excelencia. Es el triángulo definido entre las calles de Argensola, Fernando VI y Génova. La confitería Niza vende su turrón de Cádiz (coco, fresa, yema y mazapán) desde 1843, y nunca faltan en sus mostradores las tradicionales anguilas de mazapán, cada día más difíciles de encontrar en Madrid. Frutas confitadas, mazapanes y todo el elenco de golosinas navideñas no faltan en este establecimiento, donde los rusos son el principal foco de atracción para la clientela durante el resto del año.Un poco más aba o se llega a La Duquesita, donde, como está mandado, todo es de elaboración artesanal. Entre sus antiguos mostradores de madera son famosos sus pastelillos gloria o sus más de 16 variedades de turrón. Se trata de un negocio de carácter familiar, en el que desde principios de siglo repiten el rito de endulzar un poco más la vida a sus clientes; en plena línea tradicional también despachan anguilas de mazapán.

Los amantes de los auténticos roscones de Reyes, y no de esos simulacros descongelados a última hora, pueden completar el paseo acercándose hasta Viena Capellanes de la calle de Génova. Se trata de una cadena de pastelerias donde este bollo navideño se sigue elaborando con una receta tradicional que marca la composición de una masa preparada diariamente en la casa central; de allí salen los repartidores cada hora cargados de roscones recién hechos.

La China tiene mucha historia. Su verdadero nombre es Pastelería Latina, pero aquel apelativo popular parece ser que viene de que estaba ubicada donde un rey y su amante de origen asiático se citaban para dar románticos paseos. El romanticismo habrá pasado hace años, pero los roscones han permanecido desde que Pedro González Gómez fundó la pastelería. Durante el 5 y el 6 de enero no despachan otra cosa, y los rezagados pueden acercarse a intempestivas horas de la madrugada, ya que en la noche de Reyes no cierran hasta las tres de la mañana.

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