Antícipador universitario de la tolerancia

El profesor Carlos Ollero, catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, senador de designación real en la Cortes Constituyentes y uno de los padres de la Constitución Española, falleció ayer en el Hospital Clínico de Madrid, a los 81 años.

Son tiempos de memorias y, también, tiempos de duelos. Poco a poco, maestros universitarios desaparecen: Tierno Galván, Maravall, García Pelayo. Ahora, joven octogenario, Carlos Ollero. Generación de guerra y exilio, interior y exterior, de mediación y reconstrucción.Carlos Ollero, como Ramón Carande, nace castellano (Carrión de los Cond...

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El profesor Carlos Ollero, catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, senador de designación real en la Cortes Constituyentes y uno de los padres de la Constitución Española, falleció ayer en el Hospital Clínico de Madrid, a los 81 años.

Son tiempos de memorias y, también, tiempos de duelos. Poco a poco, maestros universitarios desaparecen: Tierno Galván, Maravall, García Pelayo. Ahora, joven octogenario, Carlos Ollero. Generación de guerra y exilio, interior y exterior, de mediación y reconstrucción.Carlos Ollero, como Ramón Carande, nace castellano (Carrión de los Condes), y su vida, intelectual y política, transcurrirá entre Sevilla y Madrid. Con Manuel Pedroso, conde y socialista humanista, transterrado en México más tarde -por socialista, no por conde-, comienza su andadura académica. Con Pedro Gamero del Castillo iniciará sus aventuras políticas y monárquicas. Con Enrique Tierno Galván mantendrá una fraternal amistad y una singular relación y entendimiento.

Por Tierno -que fue ayudante suyo- conocí a Ollero a finales de los cincuenta. En tiempos muy difíciles, en los cuarenta, Tierno, un vencido republicano y un rojo agnóstico, recibirá su apoyo generoso: sin Ollero, Tierno no hubiese entrado en la Universidad. Sin Ollero, en los cincuenta, yo tampoco hubiese continuado la vida universitaria. Carabanchel era cárcel y frontera: traspasarla significaba el exilio interior. Ignacio Sotelo y yo, que entramos y salimos de Carabanchel por la misma época, tuvimos que optar: Ignacio, clandestinamente, eligió Alemania; yo permanecí en Madrid. Dos personas y una institución favorecieron esta opción: Ollero, Tierno y el colegio César Carlos.Desde un humanismo profundo y animado, Carlos Ollero será siempre enlace y mediador. Enlace con la dispar tradición universitaria de preguerra (Pedroso, Schmitt, Heller) y mediador sutil en la compleja cultura de hibernación franquista. Admiraba, como todos, al viejo y oblicuo Carl Schmitt, pero Hermann Heller será el que más Influencia ejercerá sobre él. Su teoría del Estado andará siempre por este último norte ideológico del liberalismo y la socialdemocracia, de forma solapada y frontalmente. Su Derecho Constitucional de la posguerra marcará un claro despegue hacia una reconciliación jurídico-política de la libertad. Anticipará, así, nuevos rumbos y, dentro de ellos, la construcción de una monarquía democrática. Talante mediador, en fin, que ayudará a impulsar la transición y a enlazar a don Juan con don Juan Carlos.Por encima de todo, Carlos Ollero será uno de los grandes y últimos tertulianos universitarios. Ingenio e ironía, bondad y simpatía, astucia y lucidez, brillantez y agudeza configuraron esta personalidad entrañable. La distancia le era ajena. Por alguna razón, estudiará y entenderá bien a Galdós y a Balzac.La tertulia, con amigos y alumnos, era su solar intelectual y político: como maestro, como decano, como soñador real.Lo despedí, en el Clínico, con su esposa, Chale, hijos y hermanos, sin que, excepcionalmente, en esta ocasión pudiera hablar: por única vez eligió el silencio, y con este silencio, digno y sereno, asumió -siempre sedentario tertuliano- hacer un largo viaje.

Raúl Morodo es abogado y catedrático de Universidad.

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