"Fui el último en salir"

Hay detalles que aún permanecen con precisión en la memoria de Juan Ansótegui: la angustia cuando alguien, en mitad de la oscuridad, le preguntó por dónde se salía; su sensación de agobio al quedársele un pie atrapado en el tumulto de las escaleras; el escozor en los ojos durante varios días después del suceso o la imposibilidad de fumar hasta dos meses más tarde. Uno de los dos amigos que le acompañaban no tuvo tanta suerte como él y murió en la pelota que formó la histeria de la gente al apagarse las luces. "Fui el último en salir, cuando ya el humo había invadido todo y no se podía ni ver n...

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Hay detalles que aún permanecen con precisión en la memoria de Juan Ansótegui: la angustia cuando alguien, en mitad de la oscuridad, le preguntó por dónde se salía; su sensación de agobio al quedársele un pie atrapado en el tumulto de las escaleras; el escozor en los ojos durante varios días después del suceso o la imposibilidad de fumar hasta dos meses más tarde. Uno de los dos amigos que le acompañaban no tuvo tanta suerte como él y murió en la pelota que formó la histeria de la gente al apagarse las luces. "Fui el último en salir, cuando ya el humo había invadido todo y no se podía ni ver ni respirar"."Decidimos tomar la última copa en la discoteca Alcalá 20. Estaba de moda y no la conocíamos. Como eran creo que cerca de las cuatro de la madrugada uno de los cuatro amigos decidió volver a casa. Pozi, Marcelo y yo bajamos andando hasta la discoteca y tras pagar la entrada bajamos hasta el nivel más bajo del local. Creo recordar que eran como tres pisos".

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Juan Ansótegui tiene ahora 37 años, y ya es ingeniero de Caminos. Estaba en la escuela cuando ocurrió la tragedia. Oriundo de Burgos, trabaja desde hace cinco años en Zaragoza; y al recordar cómo perdió la vida uno de sus amigos, salvándola milagrosamente él, confía en que pese al excesivo tiempo transcurrido desde el suceso, el juicio sirva al menos para que los responsables de la seguridad pública tomen medidas.

Después del suceso, cuando iba a tomarse sus gin tonics sí que se fijaba al entrar en estos locales si allí había medidas de emergencia, salidas señalizadas, extintores... "Aquella noche, la verdad es que lo único que nos llamó la atención fue el celofán cutre con el que habían recubierto los focos. Ni siquiera dimos importancia al pequeño fuego que se produjo junto a los altavoces. Pensamos que alguien llegaría con un extintor y acabaría con él sin problemas. Seguimos apurando los gin tonics. Había cesado la música y eso quería decir que estaban a punto de cerrar".

Los altavoces les pidieron que desalojaran. "Toda la gente", recuerda, "empezó a encaminarse con tranquilidad hacia las escaleras. Poco a poco subíamos los peldaños, pero con toda normalidad", insiste, "hasta que se apagaron las luces".

Fue la última vez que tuvo contacto con sus dos amigos hasta que consiguió salir, aunque no sabe muy bien por dónde. Sólo una vez en la calle volvería a encontrarse con Marcelo. Pozi había quedado atrapado en el "montón" que se formó en la oscuridad. "De repente, la gente se puso muy nerviosa, empezamos a tropezar, a caer, y se oían muchos gritos. Mi pie se quedó enganchado entre la gente caída. Me costó mucho sacarlo y en el esfuerzo hasta perdí el zapato izquierdo. Me pegué entonces a la pared derecha de las escaleras y tanteando fui subiendo poco a poco. El humo empezó a envolverme y casi no podía ni respirar. Seguí en la oscuridad caminando hacia donde yo creía que estaba la salida, y me entró una desazón terrible cuando me tropecé con otra persona que además me preguntó dónde estaba la calle. Yo pensaba que por allí se salía y al encontrarme al otro, desorientado, me entró una sensación de estar perdido... Seguí tanteando y creo que forcé una puerta, aunque no llegué a poder abrirla. Todo esto con el humo cada vez más denso atascándome la garganta".

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La falta de visibilidad -y sobre todo de señales que indicaran la salida de emergencia- fue lo más angustioso. La sensación de estar perdido. "No sé ni siquiera por dónde salí, creo que por un lugar diferente al que había utilizado para entrar. Lo que recuerdo es cómo en un determinado momento noté el aire frío de la calle, era diciembre, yendo directamente en su busca. Me encontré, así, sin más, fuera; y quería abrazarme a alguien, me daba igual quién fuera, pero lo necesitaba, y sin embargo las personas hacia las que me dirigía se echaban hacia atrás. ¡Qué pinta tendría!".

Antes de marcharse, Juan tuvo que retener por la fuerza a un joven que, preso del nerviosismo, quería volver a entrar en busca de su hermano desaparecido. Fue entonces cuando vio a. Marcelo, pero ya no volvería a ver a Ángel Luis, Pozi, y pensó lo peor. "En el primer hospital al que me dirigí no pudieron atenderme, ya que estaban ocupados con los heridos graves. Yo tenía los ojos mal v la garganta, pero nada más. Al final, me curaron en La Paz, tras un rato largo de espera. No paraban de ofrecerme un zueco para suplir al zapato perdido, pero al final nadie me lo traía". Meses después, le llegó la factura por la atención prestada (un colirio y dos pastillas).

Ansótegui dijo en el juzgado que estaba a disposición de las autoridades para colaborar en el esclarecimiento de lo ocurrido.

Nadie ha vuelto a dirigirse a él para que se explicase.

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