Tribuna:

El nacimiento del sionismo,

En España, por lo general, no se entiende que la figura de Wagner siga provocando en Israel repulsa e indignación. Tal vez se deba a que no se conocen bien sus escritos. antisemitas. En su artículo El judaísmo en la música (1850), Wagner decía que -y cito literalmente- "la emancipación del yugo del judaísmo era la mayor d ' e nuestras necesidades"; no daba más razón de ello que -y vuelvo a citar textualmente- "nuestro sentimiento involuntario de instintiva repugnancia hacia el carácter esencial del judío", que se derivaba, en su opinión, de su apariencia física y, en el caso de la músic...

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En España, por lo general, no se entiende que la figura de Wagner siga provocando en Israel repulsa e indignación. Tal vez se deba a que no se conocen bien sus escritos. antisemitas. En su artículo El judaísmo en la música (1850), Wagner decía que -y cito literalmente- "la emancipación del yugo del judaísmo era la mayor d ' e nuestras necesidades"; no daba más razón de ello que -y vuelvo a citar textualmente- "nuestro sentimiento involuntario de instintiva repugnancia hacia el carácter esencial del judío", que se derivaba, en su opinión, de su apariencia física y, en el caso de la música, de su condición foránea, que le hacía ajeno a toda la tradición artística occidental. Wagner escribió en otro texto que consideraba a la raza judía como el "enemigo nato de la humanidad"; incluso la Alemania de Bismarck en la que vivía le parecia poco germánica y en exceso judaizada.Ciertamente, Wagner no creó el antisemitismo. El ideal de la pureza racial alentaba ya en los precursores del nacionalismo alemán de la primera mitad del siglo XIX. Folletos, novelas y periódicos antisemitas circularon con profusión en Alemania a todo lo largo de ese siglo: la propaganda antisemita llegó a ser, en momentos, inundante. Desde finales de la década de 1870, proliferaron además ligas, asociaciones y partidos de aquella significación. Lo grave, por tanto, de que artistas e intelectuales conocidos como Wagner profesaran en el antisemitismo fue que ello dio a las ideas antisemitas una respetabilidad sin precedentes.

El antisemitismo no fue un hecho sólo alemán. Tuvo también claras manifestaciones en Francia y Austria. En Francia, el escritor y periodista católico y monárquico Edouard Drumont publicó en 1888 un folleto de gran difusión, La Francia judía, en el que culpabilizaba al capital y a la influencia judíos del declinar nacional e internacional de Francia. En 1900, Maurras publicó su Encuesta sobre la monarquía, el texto capital del nacionalismo francés del siglo XX, una defensa de la Francia católica, tradicional y monárquica cuya realización exigía, según Maurras, la eliminación de los que llamó "los cuatro estados" que subvertían Francia: judíos (en primer lugar), protestantes, masones y extranjeros.En Austria, el antisemitismo constituyó uno de los argumentos programáticos de los partidos de Von Schónerer (el Partido Nacionalista, creado en 1882, partido pangermánico y populista) y de Karl Lueger (el Partido Social Cristiano, creado en 1890, partido católico y socialreformista). Impregnaba también, vaga o explícitamente, a los nacionalismos húngaro, croata, eslovaco y polaco, y era en . general un sentimiento endémico en todo el centro y este de, Europa. En 1903 se publicó aquel formidable ingenio de la falsificación histórica que fueron Los protocolos de -los sabios de Sión, obra divulgada profusamente por toda Europa con .la tesis de una conspiración internacional judía para hacerse con el control del mundo.

Fue ese clima de opinión lo que hizo que, a finales del siglo XIX, muchos judíos se replantearan en profundidad la cuestión de su identidad colectiva. Impresionado por la condena del capitán judío francés Dreyfus (1894), a cuyo juicio.en París por supuesto espionaje a favor de Alerñania asistió como corresponsal de prensa, Theodor Herzl (1860-1904), escritor judío nacido en Budapest y establecido en Viena, sufrió lo que él mismo definió como su conversión al judaísmo. La conclusión de Herz1 -un hombre hasta entonces conocido por su germanofilia, su dandismo y su esnobismo estético, es decir, antítesis de los estereotipos más comunes sobre. los judíos- fue que la asimilación de los judíos en las culturas y naciones europeas estaba condenada al fracaso. En 1896 publicó en Viena su libro El Estado de losjudíos, en el que, reelaborando ideas anteriores, exponía una tesis clara y revolucionaria: la necesidad de la creación de un Estado judío. HerzI, hombre de formación liberal, occidentalista y nada religioso, lo concebía como un Estado libre, laico y socialmente igualitario, y esperaba lograrlo, preferentemente en Palestina, pero sin descartar otras posibilidades, mediante negociaciones con los líderes de las grandes potencias y aún con el sultán turco, bajo cuya soberanía se integraba por entonces y desde hacía siglos todo Oriente Próximo y que, además, no se mostró en principio contrario a la idea.Así nació el sionismo -término acuñado por otro intelectual judío vienés, Nathan-Birbaum-, como un nacionalismo de respuesta a la creciente presión antisemita en Europa, y como un nacionalismo liberal y no confesional. Nació, pues, antes de que Oriente Próximo tuviera valor económico alguno (el petróleo de la región sólo comenzó a explotarse en la década de 1930); antes de que hubiera Estados árabes en la región, antes incluso de que hubiese verdadera conciencia de nacionalidad árabe. Los primeros nacionalistas de Oriente Próximo fueron por lo general árabes cristianos ajenos al mundo del islam. Ciertamente, en Egipto hubo ya en el siglo XIX intelectuales y religiosos musulmanes que pensaban y escribían en términos nacionalistas árabes. Pero el eco de sus ideas fue escaso: de ahí las graves dificultades que tuvieron los, ingleses (Lawrence de Arabia) durante la Primera Guerra Mundial para provocar la rebelión nacional de los árabes contra Turquía.

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Herzl murió en 1904. Para entonces había conseguido reunir cinco grandes congresos sionistas, lanzar un periódico y apasionar en tomo a sus ideas y proyectos a las comunidades judías de Austria-Hungría, Rusia e imperio otomano. Y también, dividirlas: Karl Kraus, otro judío vienés, le satirizó ferozmente en su obra Una corona para Sión, de 1898. La herencia familiar de Herzl fue tan trágica como la historia del pueblo al que quiso dar un Estado. La uma con las cenizas de su mujer se extravió en un tren. Su hija mayor murió en Burdeos en 1930; su hijo se suicidó ese año; su hija pequeña fue sacada por los nazis del hospital psiquiátrico de Viena en que estaba recluida y enviada a un campo de concentración, donde murió; su único nieto se suicidóen Washington en 1946.Juan Pablo Fusi es catedrático de Historia de la Universidad Complutense de Madrid.

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