NECROLÓGICAS

Erich Leinsdorf, director de orquesta

Erich Leinsdorf, un director de orquesta cuya inteligencia y profundo conocimiento musical sirvió de punto de referencia a dos generaciones de directores, falleció el pasado sábado, a los 81 años, de cáncer, en un sanatorio de Zurich (Filadelfia, EE UU). Su austeridad en el escenario y su desdén por los gestos dramáticos gratuitos eran su forma de rechazo, no siempre silenciosa, de la forma de dirigir de algunos de sus colegas. Además, Leinsdorf, en los ensayos, en la prensa y en su valioso libro El defensor del compositor, sobre el arte de la dirección orquestal, denunció siempr...

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Erich Leinsdorf, un director de orquesta cuya inteligencia y profundo conocimiento musical sirvió de punto de referencia a dos generaciones de directores, falleció el pasado sábado, a los 81 años, de cáncer, en un sanatorio de Zurich (Filadelfia, EE UU). Su austeridad en el escenario y su desdén por los gestos dramáticos gratuitos eran su forma de rechazo, no siempre silenciosa, de la forma de dirigir de algunos de sus colegas. Además, Leinsdorf, en los ensayos, en la prensa y en su valioso libro El defensor del compositor, sobre el arte de la dirección orquestal, denunció siempre las lagunas culturales de los músicos, los fallos de los editores y los errores de juicio o simplemente la ignorancia de algunos de sus colegas. Aunque raramente citaba por su nombre a sus víctimas, sus alusiones no dejaban lugar a dudas.Nacido en Viena, el 4 de febrero de 1912, era ya un buen pianista a la edad de siete años. En 1937, se trasladó a Estados Unidos gracias a las recomendaciones de Arturo Toscanini y al año siguiente debutó en la Metropolitan Opera con La valquiria, de Richard Wagner. Una serie de grabaciones de gran calidad con un presupuesto muy bajo al frente de la Rochester Philarmonic, que dirigió durante nueve años, atrajeron la atención del mundo musical. Sin embargo, su puesto más prestigioso fue como director de la Sinfónica de Boston, donde sustituyó a Charles Münch en 1962. El contraste no podía ser mayor, Münch entendía la dirección como una especie de experiencia mística, Leinsford intentaba una actuación clara y sobre todo absolutamente racional. En general, se reconocieron los resultados positivos de su dura disciplina, algunos criticaron su fría objetividad.

La pesadez de las tareas administrativas que su cargo de director llevaba aparejadas y la crítica adversa de una parte de la prensa, le decidieron a abandonar su puesto en 1969. Desde entonces hasta principios de este año, cuando las fuerzas empezaron a abandonarle, recorrió el mundo como director invitado por las más famosas orquestas.-

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