Venganza y muerte en la oficina de la ley

Un empresario mata a tiros a nueve personas en un despacho de abogados de San Francisco

El francotirador que mató ayer en San Francisco a nueve personas no llevaba pasamontañas sino corbata y calzaba zapato italiano. Los agentes de seguridad del lujoso rascacielos de oficinas que quedó convertido en un lugar de muerte y terror no sintieron el peligro cuando vieron pasar a Gian Luigi Ferri camino de los ascensores. Vestido con pulcritud, el maduro empresario de negocios inmobiliarios sólo podía levantar sospechas por ir excesivamente abrigado. Con educación, se hizo un hueco en los ascensores y subió hasta la planta 34 para arreglar a su manera un asunto legal. Al abrirse las puer...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El francotirador que mató ayer en San Francisco a nueve personas no llevaba pasamontañas sino corbata y calzaba zapato italiano. Los agentes de seguridad del lujoso rascacielos de oficinas que quedó convertido en un lugar de muerte y terror no sintieron el peligro cuando vieron pasar a Gian Luigi Ferri camino de los ascensores. Vestido con pulcritud, el maduro empresario de negocios inmobiliarios sólo podía levantar sospechas por ir excesivamente abrigado. Con educación, se hizo un hueco en los ascensores y subió hasta la planta 34 para arreglar a su manera un asunto legal. Al abrirse las puertas se despojó de su abrigo y se convirtió en una máquina de matar. Colgado de sus tirantes de ejecutivo llevaba dos armas semiautomáticas y en la mano un revólver del 45. En pocos segundos lanzó varias ráfagas que hicieron que cristales y cuerpos cayeran al suelo entre un gran estruendo. El inversor de Woodland Hills se vengaba con sangre por un litigio que mantenía con los abogados del bufete de Pettit y Martin.

Enloquecido, se dirigió a las escaleras y descendió hasta la planta 33 donde prosiguió con su sangriento ceremonial. La abogada Tia Mayamoto estaba llamando a seguridad para averiguar el origen de los tiros, cuando vió llegar por el pasillo a un hombre de unos 50 años fuertemente armado. Sin soltar el auricular se deslizó a gatas debajo de la mesa de su secretaria y aguantó la respiración mientras veía las piernas del asesino pasar de largo y escuchaba su respiración "fuerte y jadeante". A pesar de que ha sobrevivido, Mayamoto considera que su actuación fue bastante estúpida. "Si hubiera visto el cable del telefóno me hubiera descubierto y ahora estaría muerta", declaró mientras ahogaba en cerveza el terror que había vivido.

Otra mujer, Sharon O'Grady, vio como un hombre de pelo oscuro comenzaba a disparar contra sus compañeros y huyó rápidamente por las escaleras para esconderse en un cuarto vacío. Antes de recuperar la respiración, se dió cuenta de que su refugio no era tan seguro e intentó tratar de salir del edificio. El peor momento fue la espera frente al ascensor y el temor de que el asesino estuviera dentro. Finalmente consiguió bajar hasta la entrada, copada por policía y ambulancias. Decenas de agentes especiales ocupaban el edificio para detener al francotirador. En la escalera, entre la planta 29 y 30, la policía se encontró de frente con el asesino. "Cuando les vió puso el arma bajo su barbilla y se quitó la vida", explicó el alcalde de San Francisco, Frank Jordan.

El alcalde de la ciudad californiana considera que la matanza podía haber sido peor, ya que se ha descubierto una bolsa negra repleta de munición. Otro de los afortunados supervivientes de la masacre es el fiscal general de California, Dan Lundgren, que acabó de comer en la planta 35 del edificio una hora antes de que Ferri sembrara el terror.

Archivado En