El ocaso de una dinastía

La adquisición de Montedison, consolidada por primera vez en 1986, supuso el salto decisivo al mundo de la química y de la gran industria alimentaría internacional de los hijos de Seráfino Ferruzzi. Fue su yerno, Raúl Gardini, quien, al morir Serafino en accidente de aviación, en 1979, concibió un paso que parecía razonable en el ambiente expansionista de los años 80 y que se justificaba con el argumento de que los ciclos de la química y la alimentación se compensan mutuamente.

Con Montedison, que hoy aporta al grupo Ferruzzi el 85% de su facturación total, que supera los 20 billone...

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La adquisición de Montedison, consolidada por primera vez en 1986, supuso el salto decisivo al mundo de la química y de la gran industria alimentaría internacional de los hijos de Seráfino Ferruzzi. Fue su yerno, Raúl Gardini, quien, al morir Serafino en accidente de aviación, en 1979, concibió un paso que parecía razonable en el ambiente expansionista de los años 80 y que se justificaba con el argumento de que los ciclos de la química y la alimentación se compensan mutuamente.

Con Montedison, que hoy aporta al grupo Ferruzzi el 85% de su facturación total, que supera los 20 billones de liras anuales (1,6 billones de pesetas), la Montecatini de Serafino pasó a integrarse en una tupida red de empresas químicas -Himont, Ausimont, Antobíóticos y hasta hace poco Erbamont-, alimentarías -todo el grupo Eridania Beghin Say, del que depende Koipe-, energéticas -Edison-, más los activos de Ferruzzi en el mundo de la construcción -Calcestruzzi- de la comunicación -Telemonotecarlo, Il Messaggero- y otros sectores.

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Pero con Montedison crecieron también unas deudas que, últimamente, se han disparado y concentrado en la Ferruzzi Financiaría (Ferfin), la holding que los herederos de Serafino controlan desde una sociedad de responsabilidad limitada 100% familiar, la Serafino Ferruzzi.

El proceso de ese endeudamiento es aún motivo de especulaciones, pero hay acuerdo sobre algunos puntos básicos: el proyecto químico de Gardini fracasó a finales de los 80, porque la Democracia Cristiana, y sobre todo el sector del ex primer ministro, Giulio Andreotti, se opusieron a que absorbiera la química del Estado. En junio de 1991, alarmada por los riesgos crecientes para su patrimonio y sus buenas relaciones políticas, los Ferruzzi rompieron con Raúl Gardini, dando a su mujer, Idina, 505.000 millones de liras por su participación en la Serafino Ferruzzi S L.

Arturo Ferruzzi, de 53 años, el hijo mayor de Serafino, y su cuñado Carlos Sama, que asumieron la dirección del grupo, no lograron sanearlo a tiempo. La bola de nieve de la deuda amenaza ahora a la Ferfin, cuya junta general se celebra mañana, miércoles. Los Ferruzzi han autorizado a los bancos para que hagan con ella lo que quieran, incluso liquidarla, en un proceso que probablemente hará que la familia pierda el control del grupo.

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