Tribuna:

El modelo de lo real

Telemadrid ha presentado, sobre la pasarela electoral, un nuevo modelo de debate. Una directora de informativos se encontraba al acecho con un cronómetro para que los contrincantes no sobrepasaran en su parlamento más allá de los dos minutos, pero, además, gozaron la suerte de que el cuarteto Leguina (PSOE), Calvo Ortega (CDS), Montoro (PP) y Monereo (IU) fueran grandes caballeros en la representación. Por esta causa, lo más sobresaliente del debate fue verificar, por primera vez, que es posible oponer criterios sin zalagardas. Repetidamente, su controversia denotaba una categoría superior. Ca...

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Telemadrid ha presentado, sobre la pasarela electoral, un nuevo modelo de debate. Una directora de informativos se encontraba al acecho con un cronómetro para que los contrincantes no sobrepasaran en su parlamento más allá de los dos minutos, pero, además, gozaron la suerte de que el cuarteto Leguina (PSOE), Calvo Ortega (CDS), Montoro (PP) y Monereo (IU) fueran grandes caballeros en la representación. Por esta causa, lo más sobresaliente del debate fue verificar, por primera vez, que es posible oponer criterios sin zalagardas. Repetidamente, su controversia denotaba una categoría superior. Cada cual brindaba su deseo de mejorar la situación, y transmitían la voluntad de encontrar remedios posponiendo la histeria de ganar y sólo ganar. El único que maniobró para lograr más votos fue Calvo Ortega, que, antes de salir, estrechó la mano a una señora de la limpieza.Los cuatro cumplieron con el fin de razonar sus tesis ante el adversario, pero ninguno en el estudio montado por la empresa catalana del superdiseny Estudis MB, bruñido como una guerra de las galaxias, descompuso el gesto. Unos y otros trataron los problemas del desempleo, la fiscalidad, los costes financieros, energéticos, las trabas administrativas para el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, los modelos de preeminencia estatal y de inspiración neoliberal. El señor Montoro, que se encontraba encantado con su reciente visita a la City londinense, junto a Major y Aznar, Casi le importaba más su contento por haber viajado -él, que nunca había estado en política ni en televisión- que desmentir las observaciones de Monereo, abogado laboralista de Jaén traído a esta refriega por Anguita, que, al parecer, le ha presionado hasta imponerle el chaleco de lana verdoso, reglamentario de IU.

Montoro, por su parte, viene al PP de la CEOE, es catedrático de Economía Aplicada y no le ha maleado todavía la política. Ni siquiera se ha afeitado la barba y lleva una cartera de cobrador bajo la axila, lo que ha de horrorizar a Javier Arenas, que viste camisas Givenchy. Por su parte, Leguina es un outsider, novelista, celiniano, especialista en el pescado al horno y ausente de las listas. Más centrado, Calvo Ortega pasea sin tregua de aquí para allá, desde La máquina de la verdad a la política, sin desanimarse por el desamor de los sondeos. Cualquiera de ellos aparentaba carecer de la codicia del poder y, como se hallaban en un estado de virtud, se referían a la evidencia de lo concreto. ¿Es éste un efecto de hablar apegado a la pequeña escala? ¿Comprometidos con la comunidad o la autonomía de lo real? Puede ser. No en vano, Telemadrid, como otras televisiones autonómicas, transmite lo mejor y más asiduo de la Liga y la verdad compilada de los sábados.

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