"¡Ojalá vuelvan todos bien!"

M. G., "¿Qué puedo decir? Cualquier cosa que dijera ahora no sería grata. ¡Ojalá vuelvan todos bien!". Carlos Muñoz Castellanos, hermano menor del teniente fallecido, hablaba anoche muy quedo, con los ojos vidriosos. Toda la familia, recién golpeada por la definitiva marcha de uno de los suyos, asistió a una misa celebrada en la capilla del hospital Gómez Ulla al filo de las nueve de la noche. La arropaba un centenar de amigos, muchos de ellos militares. "¿Que si fue se a gusto? Por supuesto. Él iba encantado. Era un militar y estaba cumpliendo con su deber. Cada uno tenemos que cumplir con el...

M. G., "¿Qué puedo decir? Cualquier cosa que dijera ahora no sería grata. ¡Ojalá vuelvan todos bien!". Carlos Muñoz Castellanos, hermano menor del teniente fallecido, hablaba anoche muy quedo, con los ojos vidriosos. Toda la familia, recién golpeada por la definitiva marcha de uno de los suyos, asistió a una misa celebrada en la capilla del hospital Gómez Ulla al filo de las nueve de la noche. La arropaba un centenar de amigos, muchos de ellos militares. "¿Que si fue se a gusto? Por supuesto. Él iba encantado. Era un militar y estaba cumpliendo con su deber. Cada uno tenemos que cumplir con el nuestro. Lo que pasa es que luego las cosas se torcieron...", musita Carlos, antes de disculparse y volver con sus padres.

El general Arturo Muñoz, padre del legionario muerto, llevaba casi en volandas a su esposa, una madre doblada por el dolor, incapaz de mantenerse en pie. "Sólo quiero decir", afirmó tras reflexionar un momento el militar, "que estoy muy satisfecho de cómo han funcionado las medidas de evacuación y los medios de comunicación. Sólo puedo decirle que el accidente fue a la una de la tarde y que a las cuatro el médico había intervenido a mi hijo. Nada más".