Tribuna:ELECCIONES 6 DE JUNIO

Los votos del "baby-boom"

Los años sesenta fueron el marco temporal para una revolución de las costumbres y los valores que subvirtió en gran medida los principios rectores de las sociedades democráticas avanzadas. El pacifismo militante, la libertad sexual, las experiencias con drogas, el movimiento feminista, la insurgencia estudiantil (desde Berkeley hasta París) y la sensibilidad ecologista fueron los principales rasgos de aquella década prodigiosa que los españoles sometidos a la dictadura franquista sólo pudieron atisbar a través de los filtros de la represión policíaca, la censura de prensa y la beatería ...

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Los años sesenta fueron el marco temporal para una revolución de las costumbres y los valores que subvirtió en gran medida los principios rectores de las sociedades democráticas avanzadas. El pacifismo militante, la libertad sexual, las experiencias con drogas, el movimiento feminista, la insurgencia estudiantil (desde Berkeley hasta París) y la sensibilidad ecologista fueron los principales rasgos de aquella década prodigiosa que los españoles sometidos a la dictadura franquista sólo pudieron atisbar a través de los filtros de la represión policíaca, la censura de prensa y la beatería nacionalcatólica. Esos años significaron para España, sin embargo, la llegada con retraso del baby-boom que habían vivido Europa Occidental y Estados Unidos durante los años cincuenta a impulsos de la ola de prosperidad económica, movilidad social y optimismo histórico producida por la etapa de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial.La explosión demográfica española -iniciada a comienzos de los sesenta y cerrada a mediados de los setenta- fue también consecuencia de una compleja constelación de factores, entre otros el desarrollo económico, los cambios de valores, las expectativas laborales y la superior calidad de vida. Las cohortes de esos prolíficos años han llegado a la mayoría de edad precisamente durante la, década socialista: los frutos del baby-boom español han aportado al censo más de seis millones de ciudada nos con derecho a sufragio. Ese rejuvenecimiento demográfico marcha en paralelo con la salida de los registros electorales de los fallecidos o emigrados durante el decenio: más de tres millones de personas. El cruce de esos datos permite concluir de manera aproximada que algo más del 20% de los electores del 6 de junio habrá nacido entre 1964 y 1974, en tanto que sólo algo menos del 80% estuvo en condiciones de votar en 1982.

Dado el carácter inercial de las lealtades partidistas adultas, las incertidumbres en tomo a los próximos comicios nacen fundamentalmente de las dudas existentes sobre el comportamiento de esos nuevos electores. En 1982 los socialistas lograron una sobrerrepresentación del sufragio juvenil, en consonancia con la biografía de las generaciones que padecieron la última etapa del franquismo y apostaron por el relevo de las élites políticas. Aunque las investigaciones sobre la intención de voto de las levas del baby-boom no sean del todo concluyentes, hay numerosos indicios de que los socialistas han perdido su pasada conexión privilegiada con unos grupos de edad que no conocen otro régimen que el sistema democrático, y han llegado a la mayoría de edad bajo un Gobierno del PSOE; la mala acogida dada a Felipe González por los estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid hubiese sido sencillamente impensable hace diez años. El distanciamiento respecto a los socialistas de ese electorado joven contrasta con el acercamiento de las gentes de la tercera edad; un cruce de trenes claramente desventajoso para el PSOE: no sólo en términos numéricos de hoy sino también como serio aviso de su declive electoral en el próximo futuro.

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