Tribuna:Elecciones 6 junioCUADERNO DE CAMPAÑA Imaginería

Debates andróginos

Esta campaña, además de larga, carga con la pobre presencia de las mujeres. Ninguna otra campaña anterior fue más pródiga en candidatas, pero ahora su escasez se detecta con intensidad mayor. Probablemente, una parte del desinterés que los ciudadanos han ido mostrando por las cuestiones políticas cabe asignarla a la anacrónica superpresencia masculina en los estrados y a la mimética, además de menguada, intervención política ,de las mujeres.Todos los debates televisivos con vitola oficial -no se cuenta el partido de balonmano de anoche entre chicas del PP y del PSOE- llevan, por el momento, en...

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Esta campaña, además de larga, carga con la pobre presencia de las mujeres. Ninguna otra campaña anterior fue más pródiga en candidatas, pero ahora su escasez se detecta con intensidad mayor. Probablemente, una parte del desinterés que los ciudadanos han ido mostrando por las cuestiones políticas cabe asignarla a la anacrónica superpresencia masculina en los estrados y a la mimética, además de menguada, intervención política ,de las mujeres.Todos los debates televisivos con vitola oficial -no se cuenta el partido de balonmano de anoche entre chicas del PP y del PSOE- llevan, por el momento, en su cartel el nombre de hombres, el olor de hombre, el volumen y el ruido de los hombres. Se parecen a las antiguas tertulias de bicarbonato ytoros. Buenas para la afición, buenas para la digestión patriarcal; malas para interesar a todos y crecientemente antiguas para las preferencias de la audiencia general.

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La televisión necesita, como condición de vida, una alta y constante proporción de sustancia femenina. No importa de qué asunto se trate. Sin mujeres en la pantalla, desde las variedades a los informativos, la televisión está anunciando una hecatombe universal por la que concluirá el mundo o estará declarándose en quiebra, con lo que se cerrará la emisión seguidamente.

Fúnebres, severos, garañones, los programas políticos que repiten con tesón hombres y hombres apestan, al cabo, el gusto del espectador. Que no participen mujeres tara los diálogos, provoca averías en los referentes, perjudica el espectáculo. Las mujeres suelen componerse con variación y exhibir un repertorio ornamental diverso en consonancia con el deber de amenidad; pero, además, ellas, por menos escuchadas hasta ahora, aportan un estímulo adicional.

Está bien que se programen choques duros de hombre a hombre. Antena 3, por ejemplo, anuncia su Directo elecciones con los signos (túnel de vestuarios, sala de pesaje o maquillaje, managers, estrechamiento de manos) de una velada de boxeo. Es legítimo que el medio dramatice sus productos y traspase las connotaciones de un debate a las de un combate. Pero dentro de esta guía ¿por qué no una controversia entre mujer y mujer o un cuerpo a cuerpo mujer-hombre?

Mas del 50% de los electores son mujeres, más del 50% de los universitarios son mujeres, pero menos de la mitad de la audiencia para los programas políticos son mujeres; prácticamente el 100% de los altos protagonistas políticos son hombres. ¿Es la política un espectáculo de nuestro tiempo?

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