Tribuna:

Escribir

¿Cómo se aprende a escribir? Buena pregunta. A un servidor se la han hecho alguna vez: "¿Qué me aconsejaría para aprender a escribir, caballero?". La respuesta es difícil, sobre todo si uno carece de moral para darla, pues antes le habían hecho otra de inquietante significado: "¿Por qué no se dedica usted a la ginecología, joven, ya que es experto en escribir paridas?".Algunos de los que tenemos el oficio de escribir (¡calla!: si bien o mal, no debe decirse; que el cielo lo juzgue) nos preguntamos a menudo cómo llegamos a conseguir juntar cuatro letras y convertirlas en un relato más o menos c...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

¿Cómo se aprende a escribir? Buena pregunta. A un servidor se la han hecho alguna vez: "¿Qué me aconsejaría para aprender a escribir, caballero?". La respuesta es difícil, sobre todo si uno carece de moral para darla, pues antes le habían hecho otra de inquietante significado: "¿Por qué no se dedica usted a la ginecología, joven, ya que es experto en escribir paridas?".Algunos de los que tenemos el oficio de escribir (¡calla!: si bien o mal, no debe decirse; que el cielo lo juzgue) nos preguntamos a menudo cómo llegamos a conseguir juntar cuatro letras y convertirlas en un relato más o menos coherente. Tiempos atrás cualquiera le daba a la pluma, sin necesidad de seminarios ni de manuales que, por cierto, no existían. Lo único que había entonces era aquellos inefables libritos con modelos de correspondencia, que decían, por ejemplo: "Carta de amor. Estimada Inés: desde que la vi, no puedo vivir sin usted. Y habiendo comprobado que coincidimos en gustos y aficiones...".

La creciente inquietud por conocer las reglas de la creación literaria ha promovido los talleres de escritura, que llevan a cabo una importante labor. Sus alumnos no son iletrados. Por el contrario, son bachilleres y universitarios, que no tuvieron, en su momento, la adecuada formación académica sobre el arte de escribir, base de la Cultura.

Cuando los planes de estudios marginaron las humanidades, buena la hicieron. Aquel empeño de los viejos maestros en que los alumnos conocieran a los grandes escritores y leyeran sus obras fomentaba las vocaciones literarias. Y las impulsaban prodigando los ejercicios de redacción sobre temas diversos. A fin de cuentas, la fórmula magistral para escribir es ésa: ponerse a escribir, por las buenas. Al principio cuesta, es cierto; pero luego sale El Quijote, lo publicas, te forras, te dan el Nobel... Menuda vida, la del escritor.

Archivado En