Cartas al director

Ocurrió no hace mucho

Os juro que no fue un sueño.Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las personas se miraban más o menos a la cara y no desviaban de forma incontenible sus ojos al tipo de vestimenta, calzado o accesorios del contrincante, ni clasificaban al infeliz objeto de estudio por la potencia de su vehículo, su carrera o profesión y, sobre todo, el tamaño de su cartera.

Hubo un tiempo, como digo, en que la vida se entendía sin tanto artificio y se exploraba con entusiasmo; la compañía, la amistad, e incluso el amor, eran algo natural que uno vivía a fondo mientras durase (conscientes, quizá, de lo i...

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Os juro que no fue un sueño.Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las personas se miraban más o menos a la cara y no desviaban de forma incontenible sus ojos al tipo de vestimenta, calzado o accesorios del contrincante, ni clasificaban al infeliz objeto de estudio por la potencia de su vehículo, su carrera o profesión y, sobre todo, el tamaño de su cartera.

Hubo un tiempo, como digo, en que la vida se entendía sin tanto artificio y se exploraba con entusiasmo; la compañía, la amistad, e incluso el amor, eran algo natural que uno vivía a fondo mientras durase (conscientes, quizá, de lo imperdurable de los sentimientos).

La solidaridad, por ejemplo, era incuestionable: no había argumento que justificara otra opción. No digo que todo en aquel tiempo fuese ideal, sin defectos ni traumas; existían puntos negros, como el derroche de tiempo y energías: mucha vida contemplativa. Pero estoy segura de que muchos de los que no sobrevivieron a aquella alocada época abrirían incrédulos los ojos al comprender las motivaciones, las ilusiones, las metas de los jóvenes de los noventa.

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Aunque resulte dificil creerlo ahora, ocurrió no hace mucho-

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