Esforzado empate del Atlético en la Recopa

El Atlético halló el cielo en el infierno. Salió vivo, que no es poco, tanto en el sentido literal, el de los huesos, como en el figurado, pues encarriló la eliminatoria con un meritorio empate ante un Olimpiakos patibularlo y de manual más filibustero que futbolístico. En el peor escenario posible, el equipo de Pastoriza ofreció instantes esperanzadores, los que le permitió un rival con más trilita en las botas que cariño hacia el juego. Salió victorioso el Atlético y el fútbol, en general, ya que obtuvo provecho la opción académica sobre la violencia carcelaria. Todo se resumió en una parado...

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El Atlético halló el cielo en el infierno. Salió vivo, que no es poco, tanto en el sentido literal, el de los huesos, como en el figurado, pues encarriló la eliminatoria con un meritorio empate ante un Olimpiakos patibularlo y de manual más filibustero que futbolístico. En el peor escenario posible, el equipo de Pastoriza ofreció instantes esperanzadores, los que le permitió un rival con más trilita en las botas que cariño hacia el juego. Salió victorioso el Atlético y el fútbol, en general, ya que obtuvo provecho la opción académica sobre la violencia carcelaria. Todo se resumió en una paradoja: el Atlético recibió bálsamo en el campo en que más cardenales le propinaron.El partido arrancó con una fachada terrible para el Atlético, aunque engañosa. El Olimpiakos daba miedo, pero más por su feroz pinta que por sus escasos modales futbolísticos. Detrás de su aliento provocador se escondían unos desamparados angelitos con el balón en los pies. En semejante bosque de fornidas patorras, Alfaro, Luis García y Moya daban lástima. Fue otro timo. Mucho centímetro en los griegos, pero pocas articulaciones y menos seso. Pahaturidis, Mitsibonas, Vlahos y Karataldis resultaron cuatro postes telegráficos. El Atlético descubrió pronto el truco. Le bastó hilar cuatro paredes, buscar tres huecos y templar un par de balones para volverlos locos. Fue una primera parte excelente la que firmaron los hombres de Pastoriza. Casi tanto como desafortunada, pues hasta cuatro balones llegaron a estrellar en la madera, uno en un penalti marrado por Luis García al borde del descanso.

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El Atlético se había armado para soportar la avalancha griega y a los 11 minutos se encontró con el marcador a su favor. Moya recogió con el pecho una gran parábola de Schuster y remató duro y seco. Cuando el balón se durmió en las redes, los defensas del Olimpiakos todavía se estaban girando. El único recurso local, elevar balones y entrar a por ellos como bisontes, no obtuvo al principio más provecho que un saco de codazos, mamporros y moratones. El Atlético, con los retoques tácticos de López como defensa derecho y Solozábal en la medular, aguantó con decoro los primeros 45 minutos. Allí donde anduvo apurado apareció Abel, formidable ante un tiro de Batista, la única ocasión clara del Olimpiakos en ese tiempo. La imagen del Atlético fue saludable. Aun con la melancolía de su difícil momento, respondió con solvencia y recursos a tanta tornillería.Quedaba la duda de si el equipo madrileño tendría ánimo y coraje suficientes para aguantar la creciente presión del encuentro. A medida que fueron transcurriendo los minutos, aquello fue adquiriendo peor pinta para él. La opción futbolística cedió terreno a la adrenalina y al juego de trincheras. En ese ámbito, el Atlético estaba condenado. Le faltaban centímetros, músculos y público. Mediada la segunda mitad, el estadio Olímpico era una fragua y la cabeza del Atlético descansaba sobre el yunque.

El Olimpiakos se aplicó con fervor en sus dos únicos recursos: patada a todo lo que respiraba y bombardeo sobre Abel. Las dos cosas las hizo bien. En el minuto 63, el toledano salió blando a por una pelota bombeada y Vaitsis entró a matar por ella. El balón quedó suelto y el delantero acertó a introducirlo en la red. Los cimientos del recinto temblaron. El Atlético acabó de extraviar la llave del partido tras una descomunal coz de Pahaturidis a Alfaro.Cachadiñas, su masajista, acudió a socorrer al chaval y cometió el error de cruzar la línea. Cobró. Tsaluhidis, que llevaba un rato buscando alguna tibia para cenar, abrió la veda con un terrible puñetazo. La tangana no tardó en liarse y de las gradas cayó una lluvia de objetos, sillas incluidas. El partido estaba, por fin, donde el Olimpiakos lo había querido desde el principio, aunque no le sirvió de nada. El Atlético, consciente de que el balón era ya un elemento secundario en aquel baile de bastones, defendió su área con las mismas armas que su adversario. El lamentable espectáculo acabó como una crónica de sucesos: golpes, carreras, empellones, lanzamiento de objetos y toda suerte de recursos barriobajeros.Victoria del Benfica

Mientras tanto, el Amberes empató, 0-0, con el Steaua de Bucarest en este mismo torneo y el Benfica se impuso, 2-1, al Juventus en la Copa de la UEFA.

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