Vilarrasa vuelve a tiempo para el turrón

El empresario valenciano condenado e indultado de golpismo en Guinea regresa a España

Tranquilo y bronceado, Salvador Vilarrasa, el hombre que fue condenado por golpismo en Guinea, que movilizó a la diplomacia española y que, finalmente, fue indultado por Teodoro Obiang ante el clamor internacional, regresó ayer a Valencia, su tierra natal, luciendo una enorme sonrisa. Habían transcurrido dos meses desde su abrupta detención en una callejuela de la ciudad centroafricana de Bata. Nada en su rostro delataba los días de arresto e interrogatorios sin letrado soportados en los barracones de una comisaría. Ni tampoco el mitinero consejo de guerra que sufrió sin las mínimas garantías....

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Tranquilo y bronceado, Salvador Vilarrasa, el hombre que fue condenado por golpismo en Guinea, que movilizó a la diplomacia española y que, finalmente, fue indultado por Teodoro Obiang ante el clamor internacional, regresó ayer a Valencia, su tierra natal, luciendo una enorme sonrisa. Habían transcurrido dos meses desde su abrupta detención en una callejuela de la ciudad centroafricana de Bata. Nada en su rostro delataba los días de arresto e interrogatorios sin letrado soportados en los barracones de una comisaría. Ni tampoco el mitinero consejo de guerra que sufrió sin las mínimas garantías. Bastó, sin embargo, un abrazo -el de su mujer- para deshacer su imperturbabilidad. Un instante en el que Vilarrasa, fulminado por los fogonazos de las cámaras, exteriorizó una emoción sorprendentemente contenida. "Por fin vamos a disfrutar la Navidad", había comentado minutos antes de su aterrizaje la feliz mujer del empresario afincado desde hace 15 años en Guineá."He estado muy nervioso, hasta el último momento no he sabido si podía volver", acertó a decir Vilarrasa mientras era arrastrado -ante la desesperación de los agentes de Aduanas- por los micrófonos, grabadoras y focos. El empresario parecía no esperar tan masiva respuesta. Su relato fue breve. "Ha sido todo un montaje manifestó en referencia a la acusación urdida contra él y Salvador Vilarrasa y su familia sonríen otro español, Santiago Hanna, ahora también en libertad. El detonante del montaje fue la compra por parte de Vilarrasa de cuatro vehículos militares, uniformes castrenses, picos palas en una subasta de material de desecho celebrada en Holanda. Su destino era un aserradero que explota en la provincia continental de Río Muni. Como importador de la mercancía figuraba Hanna. Esta transacción. derivó, tras una acelerada instrucción, en una condena de 12 años de prisión y una multa de 100 millones de pesetas por un delito contra la seguridad del Estado en grado de conspiración. Durante el proceso -en el que se le requisaron hasta unos bermudas de color caqui-, el propio presidente Obiang apareció en la televisión guineana -financiada por España- acusándoles de intentar derrocarle.

Hechos y acusaciones que no parecen haber hecho excesiva mella en él. "Siempre confié en el indulto, pero creía que Obiang lo concedería aprovechando la Nochebuena", afirmó Vilarrasa, acompañado por su esposa, quien no dejaba de mirarle con ojos como platos. Tras la medida de gracia, el empresario pasó por la cuerda floja casi un mes: carecía de visado y el indulto no eximía del pago de la millonaria multa.

Todo se arregló la noche del pasado viernes con una entrevista de 30 minutos con Obiang. "Fue un encuentro cordial, incluso emocionado. Hablamos del proceso, él se mostró conforme con el recurso planteado contra el indulto parcial. 'Para eso están los recursos', llegó a decir. Quiere que vuelva", relató Vilarrasa, para quien la oscilante postura del presidente ecuatoriano se enmarca en la máxima "aquí no ha pasado nada". Con estas garantías, Vilarrasa declaró su intención de regresar al país que le consideró un golpista. Al oírle decir esto, a su mujer se le nublaron los ojos.

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