Editorial:

Realismo socialista

LA PROPAGANDA política bordea siempre el ridículo: que alguien proclame "somos los mejores", admisible en terrenos como los concursos escolares o las competiciones deportivas, produce una cierta incomodidad cuando quien habla lo hace en nombre de un partido; si además se trata del partido en el Gobierno, se conmemoran los 10 años de su permanencia en el poder y el mensaje es que ese partido es "el único capaz de afrontar el futuro de España", la incomodidad se torna inquietud: la esencia de la democracia es, la alternancia; que exista la posibilidad de cambiar de Gobierno, y que ello sea algo ...

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LA PROPAGANDA política bordea siempre el ridículo: que alguien proclame "somos los mejores", admisible en terrenos como los concursos escolares o las competiciones deportivas, produce una cierta incomodidad cuando quien habla lo hace en nombre de un partido; si además se trata del partido en el Gobierno, se conmemoran los 10 años de su permanencia en el poder y el mensaje es que ese partido es "el único capaz de afrontar el futuro de España", la incomodidad se torna inquietud: la esencia de la democracia es, la alternancia; que exista la posibilidad de cambiar de Gobierno, y que ello sea algo tan normal como la sucesión de las estaciones.Para conservar el poder se hacen cosas que no se hubiera osado intentar por alcanzarlo. Hace 10 años, Felipe González probablemente habría rechazado métodos de propaganda tan burdos como los de esta campaña del tebeo. Hasta Alfonso Guerra lo habría desechado, por mucho que los expertos asegurasen que ese lenguaje y esos mensajes tendrían gran impacto. Pero el poder hace realistas a quienes disfrutan de él (e hiperrealistas a los que lo disfrutan durante mucho tiempo). Realismo socialista: que Serra desaparezca limpiamente del programa de festejos. Hiperrealismo patético: el cartel proclama, sin querer, aquello que trataba de ocultar. A saber, que González y Guerra no están compartiendo, sino peleándose por la rosa que muestran.

En cuanto al tebeo mismo, lo de menos es la forma maniquea de presentar tales o cuales logros de la década. Lo verdaderamente surrealista, lo desconcertante, es que aquello que hace 10 años era reivindicado como derechos de los ciudadanos (tener vacaciones, escuela o casa) aparezca ahora como concesiones del poder; algo que los contribuyentes deben a los que mandan.

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