Tribuna:

Operaciones especulativas y problemas reales de la economía

Considera el articulista que la introducción temporal de controles de cambio para defender la paridad de la peseta ha sido un claro error: ha dañado seriamente de la noche a la mañana la credibilidad exterior de España, retrasado la solución de los problemas reales y alejado la inversión extranjera. Todo ello a cambio de nada, porque la paridad de la peseta la acabará fijando el mercado.

El pasado jueves 1 de octubre, para el pago de una importación de productos españoles, una importante empresa italiana decidió recurrir a un préstamo en pesetas en el exterior, concretamente en Milán, p...

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Considera el articulista que la introducción temporal de controles de cambio para defender la paridad de la peseta ha sido un claro error: ha dañado seriamente de la noche a la mañana la credibilidad exterior de España, retrasado la solución de los problemas reales y alejado la inversión extranjera. Todo ello a cambio de nada, porque la paridad de la peseta la acabará fijando el mercado.

El pasado jueves 1 de octubre, para el pago de una importación de productos españoles, una importante empresa italiana decidió recurrir a un préstamo en pesetas en el exterior, concretamente en Milán, para financiar la misma. Esta empresa se dirigió al Chase Manhattan de esta ciudad y la respuesta que obtuvo les dejó atónitos: la filial italiana del Chase respondió que no trabaja ya con pesetas. Esta anécdota que me relataba el director financiero de esta entidad refleja perfectamente lo ocurrido desde que el Banco de España implantó una limitación al movimiento de capitales: la credibilidad de la peseta como divisa y de España como país fiable, es decir, como país en que las autoridades monetarias respetan unas reglas de juego a toda costa, ha quedado fuertemente dañada.En estas condiciones, los inversores huyen a la desbandada, no sólo porque se tema una devaluación ulterior, sino también y fundamentalmente porque se ha demostrado que el Gobierno puede restringir de la noche a la mañana la libertad de movimiento de capitales. Estos hechos producen un daño duradero a la credibilidad de un país, pues durante años los mercados financieros, que tienen una gran memoria, no olvidarán que un Gobierno cambió unilateralmente las reglas del juego, restringiendo la libertad a mover sus activos, ocasionándoles con ello pérdidas considerables. Discutir si la medida es conforme o no a la legislación comunitaria es totalmente irrelevante, es como discutir sobre el sexo de los ángeles.

La gran tormenta

Cuando hace unas semanas se inició la gran tormenta monetaria y, sobre todo, una vez que la lira y la libra abandonaron el SME, la única respuesta posible era que la peseta abandonara también el SME, y que fuera el mercado y no las autoridades monetarias quien decidiera cuál sería el nuevo tipo de cambio. Es un hecho sobradamente conocido que desde principios de los años setenta el volumen de capitales sin patria que circula por los mercados financieros internacionales es de tal magnitud que ningún Gobierno por poderoso que sea (incluido Estados Unidos) es capaz de resistir las fuerzas del mercado (los especuladores según la historia oficial) si éstas consideran que una moneda se encuentra sobrevaluada o su economía ha dejado de ser fiable.

Lo que debía haberse hecho y no se hizo fue sacar de inmediato la peseta de la disciplina del SME, fijar unos tipos de interés atractivos (para que no ocurra el desastre que está ocurriendo con la libra), cinco o seis puntos por encima del marco, no restringir en absoluto los movimientos de capitales y dejar que las fuerzas del mercado determinaran cuál era el nuevo tipo de cambio. Y una vez estabilizada la situación, volver al SME. Todo ello sin gastarse un solo marco o un solo dólar de nuestras reservas (o gastándose lo mínimo) en mantener una situación que el mercado no está aceptando.

Si alguien se creyó (y parece que así fue) que entre la ayuda de los países centrales de la CE y las reservas españolas iban a mantener un tipo de cambio irreal, se equivocó. completamente. Si no bastaba la memoria histórica, la experiencia italiana de la semana anterior, perdiendo estúpidamente todas sus reservas exteriores en intentar mantener en vano la cotización de la lira, debería haber servido de ejemplo.

¿Y qué va a pasar ahora? Pues que antes o después la peseta ten drá que salir del SME o ser devaluada (esto último sería un nuevo error, ya que nadie puede calcular hoy con precisión cuál es la devaluación necesaria para lo grar una situación estable). Cuanto más tiempo transcurra antes de salir del SME, tantas más reserva! perderemos, y al fi nal, si esto se retrasa mucho, ha bremos perdido la credibilidad exterior, las reservas de divisas, y el resultado final no sólo será el mismo, sino mucho peor. El mercado colocaría hoy la paridad de la peseta en un nivel más bajo del que lo hubiera colocado antes de introducirse la restricción al movimiento de capitales, porque la pérdida de credibilidad es un factor añadido que jugará en nuestra contra.

Salida transitoria

El salir transitoriamente del Sistema Monetario Europeo no implica en absoluto renunciar a nada, y mucho menos a llegar a la unión económica y monetaria en 1997. Antes al contrario, implica reconocer la realidad por dura que sea, y es que nuestra economía es mucho más frágil de lo que algunos optimistas nos habían contado, y desde esta realidad de lo que somos y no de lo que nos decían que éramos, intentar llegar al 97 en el pelotón de cabeza.

La determinación de lograr ese objetivo debe ser algo en lo que deben empeñarse todas las energías del país, ya que el no conseguirlo no sólo sería un desastre para un grupo político, sino un desastre para todos los españoles.

Y para conseguir este gran objetivo, ¿dónde está hoy nuestra economía real? La economía real es algo de lo que nadie se ha preocupado gran cosa durante los últimos años, pues aunque es un hecho que la economía española ha venido creciendo por encima de la media de la CE durante más de siete años, nadie se ha preocupado en analizar seriamente las causas de dicho crecimiento.

Así, una parte significativa del reciente boom económico tiene sus raíces en la especulación, una especulación pura y simple, sin más: comprar a 10 a través de una serie de operaciones más o menos legales, y vender al poco tiempo a 20, a 50 o a 100, o la especulación inmobiliaria de toda la vida, pero multiplicada considerablemente.

Esta especulación ha sido de tal calibre que en el periodo 1984-1991 se ha producido probablemente la mayor concentración de patrimonios de toda la historia moderna. Y esto no a base de una creación de fuentes de riqueza real, de un tejido industrial o financiero sólido, sino a base de especulación pura y dura, pagada con viviendas a precios astronómicos que han hipotecado de por vida a decenas de miles de familias, con la destrucción final de grandes empresas, y con la venta a extranjeros de importantísimas parcelas de nuestra economía (esto último me parece la consecuencia menos grave económicamente hablando).Operaciones especulativas

Ocuparse de los problemas reales de las empresas reales, del día a día, de la producción, de la competitividad, de la apertura de mercados, era algo como de tercera clase; lo importante eran las grandes operaciones especulativas, el gran pelotazo, y a nivel de la autoridad económica, los grandes crucigramas macroeconómicos, con independencia de que el cuadrarlos tuviera consecuencias muy negativas para algunos sectores de actividad en la economía real.

Esto era lo único que contaba, pero la ayuda (de verdad) a la creación de una industria, de un sistema financiero y de unos servicios modernos y competitivos, es decir, a mejorar de verdad la economía real, ha quedado reducida a un segundo plano.

Se han perdido los años mejores para construir una economía sólida, y ahora es demasiado tarde, ya que lo único posible en el corto plazo es sobrevivir, y empezar a arreglar en serio y de una vez por todas los problemas que atenazan a la economía real para en un futuro poder contar sobre una base más sólida para el desarrollo de nuestra economía si es que de verdad queremos llegar al 97 en el pelotón de cabeza.

es catedrático de Economía de la Universidad Politécnica de Madrid.

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