De soldados sin guerra a señores de la mafia

Antiguos combatientes soviéticos en Afganistán controlan el crimen organizado en Polonia

Matar a un hombre en Varsovia vale 500 dólares (unas 50.000 pesetas). O incluso menos. Ése suele ser el precio que cobra la mafia rusa, que controla la capital y las grandes ciudades de Polonia, por quitar de enmedio a quienes estorben. Esta red de criminales se nutre sobre todo de antiguos soldados soviéticos curtidos en la guerra de Afganistán, que se han adueñado de los negocios sucios del país."La cosa no está para bromas", dice Piotr, anestesiólogo en un hospital de Varsovia. "Cada semana nos traen a la UVI por lo menos a un ruso con una bala en el cuerpo. Es la mafia". El blanco f...

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Matar a un hombre en Varsovia vale 500 dólares (unas 50.000 pesetas). O incluso menos. Ése suele ser el precio que cobra la mafia rusa, que controla la capital y las grandes ciudades de Polonia, por quitar de enmedio a quienes estorben. Esta red de criminales se nutre sobre todo de antiguos soldados soviéticos curtidos en la guerra de Afganistán, que se han adueñado de los negocios sucios del país."La cosa no está para bromas", dice Piotr, anestesiólogo en un hospital de Varsovia. "Cada semana nos traen a la UVI por lo menos a un ruso con una bala en el cuerpo. Es la mafia". El blanco favorito de estos criminales son los turistas rusos que vienen al bazar Saski, en Varsovia, para vender cuanto hayan podido encontrar en el desolado mercado de Moscú o Minsk. Allí les esperan los protectores, que en su propio idioma les hacen la oferta irrechazable, que pasa por el pago de una tasa de unos 50 dólares por el derecho a vender tranquilamente la mercancía.

Los insumisos lo pagan caro. Hace pocas semanas, en Varsovia y en pleno día, tres ciudadanos rusos fueron acribillados a balazos en su coche. También la mano de esta mafia ex soviética parece estar tras el asesinato de cuatro personas rusas de la misma familia, cuyos cuerpos carbonizados aparecieron en un bosque cerca de la ciudad de Kielce.

Los atracos, asesinatos y coacciones no se denuncian a la policía. El motivo de este silencio es siempre el mismo: las víctimas suelen ser compatriotas de los asesinos, ya que el rasgo más característico de estos veteranos de guerra metidos a extorsionadores es que suelen elegir como objetivo a ciudadanos de la antigua URSS. Aunque últimamente los delincuentes parecen haber superado los prejuicios de nacionalidad hacia las víctimas de sus crímenes.

"En Polonia se da una situación similar a la de EE UU en los años veinte", afirman los miembros de la Fundación de lucha contra el crimen, que lleva el nombre del juez Giovanni Falcone, asesinado en Italia hace pocos meses. Esta asociación ha recibido el apoyo del presidente Lech Walesa y de varios organismos internacionales, como el Consejo de Europa, para llevar a cabo su labor de investigación.

Según la Fundación Falcone, Polonia es ya una potencia en la producción de anfetaminas, droga que garantiza beneficios de hasta 40.000 dólares por kilogramo. Además, crece la producción y venta de heroína casera, llamada compota, procedente del extracto líquido de amapola. Nuevas esferas de la actividad de la mafia ex soviética y de sus colaboradores polacos parecen ser los robos masivos de coches lujosos en Alemania y su traslado a Rusia, Ucrania y otras repúblicas. En sentido contrario, sacan de la antigua URSS y Polonia iconos y objetos de arte para ser vendidos en Occidente. Y no sólo objetos, centenares de jóvenes polacas y de otras repúblicas de Europa oriental han sido vendidas a precio de carne para surtir los prostíbulos holandeses y alemanes.

El pulpo extiende sus brazos fuera de Polonia. "Esta nueva red ha facilitado a la Mafia italiana la compra de acciones de empresas polacas privatizadas valoradas en cientos de millones de dólares, y tememos que el éxito de la operación induzca a que haya otras" aseguran desde la Fundación Falcone.

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