Editorial:

Paso estrecho

EL ESPECTÁCULO de miles de vehículos y de decenas de miles de emigrantes magrebíes atascados en Algeciras y en otros puertos del sur español en espera de poder pasar al otro lado del estrecho de Gibraltar es propicio a manifestaciones de demagogia barata y también a declaraciones oficiales que pretenden, con los argumentos más peregrinos, justificar situaciones que no tienen justificación.La directora general de Protección Civil, Pilar Brabo, atribuye el fracaso de la Operación Paso del Estrecho de este año al éxito de las de años anteriores, lo que habría inducido a muchos emigrantes magrebíe...

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EL ESPECTÁCULO de miles de vehículos y de decenas de miles de emigrantes magrebíes atascados en Algeciras y en otros puertos del sur español en espera de poder pasar al otro lado del estrecho de Gibraltar es propicio a manifestaciones de demagogia barata y también a declaraciones oficiales que pretenden, con los argumentos más peregrinos, justificar situaciones que no tienen justificación.La directora general de Protección Civil, Pilar Brabo, atribuye el fracaso de la Operación Paso del Estrecho de este año al éxito de las de años anteriores, lo que habría inducido a muchos emigrantes magrebíes a concentrar su viaje vacacional en determinadas fechas en lugar de escalonarlo. Tal explicación es insuficiente. Máxime si, como afirma la directora general de Protección Civil, su departamento viene trabajando desde hace cuatro años en la susodicha operación "por los riesgos que comporta". Pues bien, uno de esos riesgos es precisamente el fenomenal atasco producido este año en julio y agosto. Si hablamos de previsiones, su departamento debería haber previsto esta circunstancia adoptando las medidas necesarias para conjurarla.

La repetición, a primeros de agosto, de la, misma situación lamentable producida a mediados de julio -atribuida oficialmente al conflicto de los camioneros franceses y a la huelga en una de las navieras encargadas del transporte marítimo en el Estrecho muestra que el riesgo no es producto de causas exógenas, aunque éstas puedan agravarlo, sino que es intrínseco a la magnitud del movimiento estival de emigrantes magrebíes procedentes de Francia que retornan de vacaciones a sus países de origen a través del territorio español.

Las cifras son elocuentes: desde el día 15 de junio hasta la fecha 140.000 vehículos y cerca de 600.000 personas han cruzado el estrecho de Gibraltar. Considerar que este desfile de vehículos y emigrantes por las carreteras españolas y su consiguiente afluencia en el puerto de Algeciras es un fenómeno que carece de la suficiente envergadura como para prestarle toda la atención sería una irresponsabilidad. Sin embargo, es la actitud que a veces parecen adoptar las autoridades españolas y, sobre todo, las marroquíes.

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Como ocurre con el asunto de los emigrantes africanos ¡legales que intentan llegar a España desde Marruecos, el paso anual por territorio español de centenares de miles de ciudadanos marroquíes residentes en Francia no es una cuestión ante la que deban permanecer ajenas las autoridades de nuestro vecino del Sur. Ambas son cuestiones bilaterales, de interés mutuo, que deben ser tratadas en un marco de colaboración entre España y Marruecos.

En este sentido, el desentendimiento de la representación diplomática y consular marroquí por la sufriente odisea de sus compatriotas ante el paso del Estrecho sólo se explica si es correlativo a una política de desinterés del Gobierno de Marruecos ante la suerte de sus emigrantes. Una actuación informativa más solícita por parte de la red consular marroquí en España y en Francia sería sumamente útil para acompasar la afluencia de emigrantes a los medios de transporte realmente disponibles para la travesía del Estrecho.

En tanto se siga produciendo esta avalancha anual de emigrantes, España tiene la obligación de asumir los costes políticos y sociales de la operación. No sólo desde el punto de vista humanitario, propiciando la ayuda sanitaria e incluso alimenticia a los miles de personas atrapadas en esperas interminables en puertos y carreteras, sino, sobre todo, poniendo a su disposición los medios de transporte que acorten en lo posible su permanencia en los lugares de embarque. La movilización de medios excepcionales de transporte marítimo durante unos días no parece un objetivo inalcanzable para una Administración responsable. En este drama estival de cada año, España y Marruecos tienden a lavarse las manos. Ya es hora de que se pongan de acuerdo para evitar su agravamiento.

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