El liderato cambia de manos por cuarta vez

El jersey amarillo del Tour duerme cada noche en un hotel y la carrera mantiene un ritmo frenético. Nadie la controla. Induráin, Bugno y el resto de la élite del pelotón, contrarios todos a malgastar fuerzas tan pronto, se vigilan y desprecian tanta escaramuza. Ayer, de un tirón del belga Noel Segers (Buckler) surgió una tremenda escapada que depositó al francés Pascal Lino (RMO) en el podio de líder, con 6.28 minutos de ventaja sobre Induráin, y al holandés Rob Harmeling (TVM) en el de ganador. Hoy se disputa la contrarreloj por equipos, que sembrará las primeras diferencias.

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El jersey amarillo del Tour duerme cada noche en un hotel y la carrera mantiene un ritmo frenético. Nadie la controla. Induráin, Bugno y el resto de la élite del pelotón, contrarios todos a malgastar fuerzas tan pronto, se vigilan y desprecian tanta escaramuza. Ayer, de un tirón del belga Noel Segers (Buckler) surgió una tremenda escapada que depositó al francés Pascal Lino (RMO) en el podio de líder, con 6.28 minutos de ventaja sobre Induráin, y al holandés Rob Harmeling (TVM) en el de ganador. Hoy se disputa la contrarreloj por equipos, que sembrará las primeras diferencias.

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Desde la edición de 1987 no se recordaba un jersey amarillo tan escurridizo. En aquella ocasión ganó el irlandés Stephen Roche, pero la prenda fue sudada por otros siete, entre ellos Pedro Delgado. Desde entonces hasta ahora, no más de cinco profesionales por edición han mandado en la general. Este año es distinto. Cuatro etapas, incluida la prólogo, y cuatro líderes. De momento, los equipos favoritos han optado por la especulación, lo que allana el terreno a cualquier aventurero ansioso por ser rey por un día. El suizo Alex Zuelle, del ONCE, tardó 24 horas en celebrar su cumpleaños como líder y pasar al puesto 65 de la general. Pan para hoy y hambre para mañana es lo que el refranero dedica a esas hazañas.Las previsiones eran otras. El ritmo frenético de las dos prime ras etapas había dejado un balance de víctimas inesperado. Le mond, Breukink, Leblanc Chioccioli e incluso Delgado comenzaron a cotizar a la baja mientras hombres como Induráin, Bugno, Chiappucci, Mottet e incluso Roche exhibieron buena disposición. Se esperaba, pues, una jornada de asueto entre Pau y Burdeos para soltar piernas antes de la contrerreloj por equipos de hoy. Nadie dudaba que el pelotón iba a permitir que los sprinters como Museeuw, Cipollini o Abduyapárov se dieran su prirner atracón, balsámico premio a su lamentable ubicación en la general. Ni eso.

Dos horas de paseo

El paseo duró apenas dos horas. En la primera se recorrieron 30 kilómetros; en la segunda, 37. Todo tranquilidad, salvo en los pasos por las dos únicas tachuelas del día, un par de puertos de cuarta categoría (Saint Sever y Mont de Marsan), en los que Chiappucci y Chioccioli disputaron la montaña. Simple aperitivo, ya que la carrera, tal y como había anunciado la dirección, había recibido un salvoconducto temporal por parte de agricultores y camioneros, quienes se comprometieron a respetar el paso de los corredores [el acuerdo entre camioneros y Gobierno alcanzado en la madrugada del lunes parece disipar todas las dudas].

Cubiertas las dos primeras horas de hamaca, el osado belga Noel Segers decidió, en el kilómetro 104, arrancar unas imágenes televisivas para su equipo, el Buckler. El pelotón, ni caso, salvo nueve aventureros: ocho subalternos (Kokkelkoren, Peiper, Moreels y Ghiroto, entre otros) y un aspirante serio, Pascal Lino, ganador en 19859 del Tour de la Comunidad Europea. Noveno en la general a unos cinco minutos del líder, el francés del RMO vio posible la hazaña. Tras superar a Segers, el grupo rodó cómodo hasta alcanzar una máxima ventaja de 14.20 minutos en el kilómetro 150. Faltaban 68 para la meta y el pelotón decidió apretarse las gafas y echar manos a la obra.

El Banesto, con la ayuda de algún hombre del Castorama, como Thierry Marie, dirigió la persecución. Más tarde se unieron el PDM y el Gatorade. Fue un trabajo denodado, pero de escaso fruto. Permitió limar algún minuto, pero no impedir un nuevo vuelco a la clasificación. La llegada fue caliente. Peiper pegó un tirón soberbio en el último kilómetro que le permitió arañar unos metros preciosos. Sin embargo, Harmeling, farolillo rojo el año pasado, salió desde atrás como una locomotora y se llevó la victoria. Más tarde, Johan Museeuw marcó el tiempo del pelotón.

La contrarreloj de hoy no ha lugar al despiste ni al ocultamiento. Los equipos españoles, salvo el ONCE, han digerido mal este tipo de pruebas, pues en ellas han perdido siempre minutos preciosos.

¿Qué, tiene LeMond?

El barómetro del diario francés L'Equipe, la biblia del Tour, lo señala con una flechita inclinada hacia abajo, pero la más exacta descripción de lo que tiene LeMond la dio su compañero de equipo Eric Boyer. "Durante la ascensión al alto de Aritxulegui me dijo: 'Tengo miedo, tengo mi edo del Marie Blanque'. Era la primera vez que le oía pronunciar esa palabra en una carrera". Miedo o cansancio, LeMond perdió 18 segundos en Pau con respecto a Induráin y Bugno, los dos almirantes de la carrera.Hasta el momento, el estadounidense sólo ha ofrecido como excusa a su titubeante arranque en el Tour las 36 horas que empleó para llegar a España por culpa del bloqueo de los camioneros franceses. "No reconozco a mí Tour", comentó el triple ganador de la ronda francesa al recordar su caravana, interceptada y aparcada en Verdun. "Nos explicó a todos que no se encontraba bien, pero ahora vienen diez días en llano para recuperar fuerzas", recordó Boyer. La contrarreloj de Luxemburgo, asegura su director, Roger Legeay, dictará sentencia sobre las posibilidades de LeMond, que no tuvo reparos en Pau de reconocer lo mucho que había sufrido subiendo al Marle-Blanque.

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