LOS FRENTES DE LA LUCHA ANTITERRORISTA

Macario atribuye el fracaso de Argel al inmovilismo de la dirección

EL PAÍS La intransigencia de los duros de la dirección de ETA en Francia, que "esperaban resultados prácticos, y no paja mojada", fue una de las principales causas de la ruptura de las negociaciones que mantuvieron representantes de ETA y del Gobierno español en Argel en 1989, sostiene Ignacio Aracama, Macario, uno de los etarras que formó parte de la mesa negociadora. Según la organización carecía entonces, y carece aún hoy, "de una estrategia de negociación clara". Aracama revela ahora que la impaciencia de los dirigentes en Francia fue tal que rompieron las conversaciones sin informar antes...

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EL PAÍS La intransigencia de los duros de la dirección de ETA en Francia, que "esperaban resultados prácticos, y no paja mojada", fue una de las principales causas de la ruptura de las negociaciones que mantuvieron representantes de ETA y del Gobierno español en Argel en 1989, sostiene Ignacio Aracama, Macario, uno de los etarras que formó parte de la mesa negociadora. Según la organización carecía entonces, y carece aún hoy, "de una estrategia de negociación clara". Aracama revela ahora que la impaciencia de los dirigentes en Francia fue tal que rompieron las conversaciones sin informar antes a sus representantes.

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La negociación entre ETA y el Gobierno español se inició en Argel el 8 de enero de 1989. Una semana después, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, y el secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, viajaron a dicho país, donde Vera se entrevistó con Antxon Etxebeste.Durante los dos meses siguientes, Vera y Juan Manuel Eguiagaray -entonces delegado del Gobierno en Murcia- sostuvieron cinco reuniones con Etxebeste, Ignacio Aracama y otras personas, con quienes trataron sobre los comunicados que ambas partes deberían hacer públicos. ETA anunció el 27 de marzo una ampliación de la tregua -aceptada desde el principio de las conversaciones- con un comunicado de ocho puntos y un extenso prólogo no pactado. Este prólogo causó tensión en el Gobierno, que decidió variar algunos términos de la declaración que haría pública después. ETA dio un ultimátum al Gobierno para que rectificase y, al no hacerlo, rompió el diálogo el 4 de abril de 1989.

Arácama, que junto con Antxon, habló con los representantes del Gobierno, revela en una larga carta interceptada hace dos semanas en un piso de París que desde el primer momento intuyó que tales conversaciones no iban a fraguar en las "conquistas" y resultados rápidos" que esperaba la dirección refugiada en Francia. "A los españoles se veía que les daba igual hablar sobre lo que fuese. No traían nada preparado. Lo que querían era observar y conocer por dónde iban nuestras pretensiones, ( ... ) ganar tiempo y desenmascarar nuestra estrategia", recuerda.

Ruptura por la prensa

La dirección de ETA rompió el diálogo porque exigió que el Gobierno difundiera una declaración de intenciones más comprometida sobre las negociaciones, ya que en caso contrario pensaba que el resto de los acuerdos carecían de validez. Eso fue lo que argumentó la cúpula etarra, pero Macario puntualiza ahora: "A mí me dio la impresión de que la dirección no tuvo muchos escrúpulos a la hora de lanzar el ultimátum. Se podría decir que con ello se quitaban un muerto de encima".

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El histórico Aracama, como miembro que fue de la mesa de negociación, se queja de que él y sus compañeros "se enteraron del lanzamiento del ultimátum cuando la noticia. ya estaba circulando por todos los teletipos, bastantes horas después incluso que los propios españoles", dice, en referencia al Gobierno de Madrid. "Todo se echó por tierra", escribe con desesperación. Según él ex miembro del comando Madrid, la inflexible dirección de ETA "carece, de una estrategia de negociación clara" y, cuando ha tenido ocasión de aplicarla, "ha reculado a las posiciones ortodoxas".

Según Aracama, el Gobierno no estaba dispuesto a entrar en un proceso de negociación de la naturaleza del buscado por ETA en Argel porque "las cosas estaban demasiado verdes todavía como para sentirse forzado a prestarse a ello". En su opinión, la única forma de ablandar al Gobierno sería mediante un considerable incremento de los atentados o bien con "una convivencia tan perfecta de la acción armada con la acción de masas, política e institucional, como para garantizar plenamente el servimos de instrumento de la negociación en la manera pretendida".

Tras el fracaso de Argel, Macario fue expulsado a Santo Domingo y allí empezó a ver clara la estrategia heterodoxa diseñada por Antxon Etxeveste, que "ofrecía muchas posibilidades de involucrar a los españoles en el proceso de negociación, sin necesidad de aguardar indefinidamente esa acumulación dé fuerzas que tanto necesitamos, puesto que éstas se irían sumando con el desarrollo progresivo de dicha estrategia". Pero el plan más tolerante de Antxon no fraguó por las "reticencias" de la dirección residente en Francia, la cual "no admitía ni un cambio".

Aracama, tras una aguda crisis personal coincidente con su deportación a Centroamérica, comprendió que la estrategia de los duros de la organización frente a las conversaciones de Argel era "la clásica", consistente en "aguardar a que sea el contrincante quien avance primero". Mientras que la táctica planeada por Antxon se basaba en "dar los primeros pasos e ir hacia adelante dejando el camino sembrado de fortificaciones para cuando sea preciso retroceder; así siempre encontraremos una cerca de nuestra retaguardia desde la cual podamos planificar y relanzar nuestra próxima incursión".

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