Tribuna:

Identificados

En el seno de las principales sociedades abiertas, las más abiertas, aumenta el número de perdedores sociales, condenados a la desidentificación e incluso a la duda de su propia existencia. Los espejos del sistema sólo les devuelven su imagen distorsionada cuando han violado algún tabú importante, antiguo o relativamente moderno para adquirir la identidad de delincuente. No hace falta irse a Estados Unidos para comprobar lo que digo. Basta superar la alienación militante neo liberal para no buscar paja en ojos ajenos y ver la viga en el nuestro.El concepto de marginación social ya no puede apl...

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En el seno de las principales sociedades abiertas, las más abiertas, aumenta el número de perdedores sociales, condenados a la desidentificación e incluso a la duda de su propia existencia. Los espejos del sistema sólo les devuelven su imagen distorsionada cuando han violado algún tabú importante, antiguo o relativamente moderno para adquirir la identidad de delincuente. No hace falta irse a Estados Unidos para comprobar lo que digo. Basta superar la alienación militante neo liberal para no buscar paja en ojos ajenos y ver la viga en el nuestro.El concepto de marginación social ya no puede aplicarse estrictamente a lo que antes se llamaba lumpemproletariado con sus flecos de delincuencia, sino a una inmensísima minoría en las sociedades ricas, que se acerca al 50% en las insuficientemente ricas y que se convierte en mayoría en las pobres, por muy abiertas que sean las sociedades pobres. Esto es así y probablemente sea así por los siglos de los siglos, mientras cada cual busca la causa para estos efectos: desde la fatal tendencia de los más tontos a ser más pobres hasta explicarlo todo por la injusticia intrínseca de un sistema basado en la desigualdad como principio filosófico absoluto y como finalidad.

Los sucesos de Los Angeles han permitido identificar a los perdedores en rebelión porque son negros la mayoría, coreanos unos cuantos y oscurillos los hispanos. El colosalismo de todos los norteamericanos, sea comedia o sea tragedia, nos pilla con la retina acostumbrada de espectadores adictos a las superproducciones; realidad e irrealidad pasan en este caso por la memoria filmica, por el verosímil filmico y dificilmente llegan a ser verosímil real. Identificados allí los incontrolados, miramos a los nuestros y tal vez no los sepamos ver, no los queramos ver o, de momento, no necesitemos verlos hasta que se identifiquen.

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