Tribuna:

La Feria

Cuando se acerca la Feria de San Isidro algunos poetas dejan de soñar con Garcilaso y comienzan a hablar de estocadas. A es tos vates se suman ciertos intelectuales que de repente también se convierten en finos degustado res de descabellos. Cada uno de estos estetas, desde el tendido que les corresponde en la plaza, analiza la profundidad de los puyazos, examina si el picador barrena más de lo preciso, si el toro saca la lengua, si el arpón de las banderillas se ha injertado bien en la carne, si la espada ha entrado directamente en el corazón del animal o si sólo lo ha degollado. Son unos expe...

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Cuando se acerca la Feria de San Isidro algunos poetas dejan de soñar con Garcilaso y comienzan a hablar de estocadas. A es tos vates se suman ciertos intelectuales que de repente también se convierten en finos degustado res de descabellos. Cada uno de estos estetas, desde el tendido que les corresponde en la plaza, analiza la profundidad de los puyazos, examina si el picador barrena más de lo preciso, si el toro saca la lengua, si el arpón de las banderillas se ha injertado bien en la carne, si la espada ha entrado directamente en el corazón del animal o si sólo lo ha degollado. Son unos expertos en heridas de asta y en agonías litúrgicas. Se saben el reglamento. Después de esta meticulosa inspección de la tortura que está alegrada con pasodobles y mantazos de colores rojo y gualda, los mismos que luce la enseña de la patria, estos poetas e intelectuales dan el veredicto: la lidia ha sido correcta, se ha cumplido el rito del minotauro, ya pueden venir las moscas a dar cuenta del festín en el desolladero donde otros filósofos e incluso teólogos se mezclan con los matarifes para interrogar las vísceras de las reses sacrificadas antes de que se las lleve la manguera: el porvenir de la patria está en ellas, las cunetas seguirán llenas de basura. No se sabe qué es peor: el esteticismo manierista de algunas verónicas a cámara lenta con que la televisión oculta la carnicería o los rizos literarios tan cursis con que los bardos unen la sangre con las amapolas. O las palizas mitológicas basa das en el buey Apis, figura del padre, que nos dan algunos profesores. Particularmente prefiero a esta mala literatura el patriotismo grasoso de los aficionados que no ven en la fiesta sino un jolgorio para pasar el rato des trozando a un animal. La Feria de San Isidro se acerca. Pronto veremos los periódicos con imágenes de peones tirando del rabo de los toros caídos, páginas llenas de lances repetidos, y mientras en la arena los aceros entran y salen de la res, en los palcos y en las barreras los aristócratas y la gente que está en el ajo se pasarán tacos de jamón y pasteles.

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