Cartas al director

El archivo de Unamuno

Como miembro tanto de la familia Unamuno como de la Universidad de Salamanca, me creo -me siento- obligado a precisar ciertos datos.Yerra la profesora Gómez Molleda cuando en su carta a EL PAÍS del pasado 15 de febrero asegura que el archivo de Unamuno sólo ha estado asequible a los investigadores a partir del año 1977. Más cierto es que fue el rector Antonio Tovar el responsable de la remodelación, de la vieja casa rectoral, que pasó a ser la actual casa museo de Unamuno. Allí se conserva el archivo, abierto desde entonces a quien tuvo interés en visitarlo, y confiado en un principio a la cus...

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Como miembro tanto de la familia Unamuno como de la Universidad de Salamanca, me creo -me siento- obligado a precisar ciertos datos.Yerra la profesora Gómez Molleda cuando en su carta a EL PAÍS del pasado 15 de febrero asegura que el archivo de Unamuno sólo ha estado asequible a los investigadores a partir del año 1977. Más cierto es que fue el rector Antonio Tovar el responsable de la remodelación, de la vieja casa rectoral, que pasó a ser la actual casa museo de Unamuno. Allí se conserva el archivo, abierto desde entonces a quien tuvo interés en visitarlo, y confiado en un principio a la custodia de Felisa (la cuarta de los hijos de Unamuno), que en la casa instaló su vivienda.

Buena prueba de que el archivo fue frecuentado por estudiosos la da el hecho de que el investigador Armando Zubizarreta descubrió los manuscritos inéditos de tres textos desconocidos hasta entonces: en 1957, el diario íntimo (la más importante de las obras póstumas); en 1958, la Filosofía lógica, y en 1959, la novela autobiográfica Nuevo mundo (véase suplemento Babelia de EL PAÍS de 25 de enero de 1992).Pero al archivo de Unamuno no sólo accedieron investigadores, por lo que, balanceando los hallazgos, hay que contabilizar las pérdidas. En la década de los setenta, viviendo aún Felisa, del desván de la casa museo (donde se guardaban escritos, objetos y enseres no inventariados) se esfumó el paquete de cartas cruzadas entre don Miguel y doña Concha durante el tiempo que duró la deportación del viejo rector. Cartas íntimas que la familia -su legítima propietaria- probablemente no hubiese publicado nunca, y mucho menos enajenado.

Sorprendentemente, algunas de ellas han sido publicadas en el Abc Cultural de 24 de enero de 1992, cedidas, según indica dicho medio, por Manuel Villén.Pero la extraña peripecia de esas hoy conocidas como Cartas del destierro no tiene ya que ver con las precisiones que se anotan en este relato- Luis Santos Gutiérrez. Profesor emérito de la Universidad de Salamanca

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