Un grupo de niños, 'disuelto' a perdigonazos en la calle

Marta notó un golpe seco en la cabeza. Le empezaron a pitar los oídos y notó que sangraba. El golpe fueron casi 40 perdigon s que un vecino cabreado le disparó desde la ventana de su casa, en el barrio de Aluche, tan sólo porque ella y tres amigos jugaban el lunes por la noche en la calle y le molestaban. Marta, de 14 años, tuvo suerte, porque los proyectiles se quedaron en el cuero cabelludo de su coronilla, sin herirla más, pero un cambio de postura le habría dejado ciega. El presunto agresor, Manuel Rodríguez Sánchez, de 49 años, ha pasado ya a disposición judicial.El lunes había sido un bu...

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Marta notó un golpe seco en la cabeza. Le empezaron a pitar los oídos y notó que sangraba. El golpe fueron casi 40 perdigon s que un vecino cabreado le disparó desde la ventana de su casa, en el barrio de Aluche, tan sólo porque ella y tres amigos jugaban el lunes por la noche en la calle y le molestaban. Marta, de 14 años, tuvo suerte, porque los proyectiles se quedaron en el cuero cabelludo de su coronilla, sin herirla más, pero un cambio de postura le habría dejado ciega. El presunto agresor, Manuel Rodríguez Sánchez, de 49 años, ha pasado ya a disposición judicial.El lunes había sido un buen día para Marta Martínez. Se acababa de enterar de que ya había recuperado las cuatro asignaturas que suspendió en la última evaluación. Además, estaba encantada porque se iba una semana a esquiar a Andorra con los compañeros del cole. Como siempre, sacó a pasear al perro, Chispa, a eso de las nueve de la noche, al parque que hay detrás de su casa, en Aluche. Allí estaban otros chavales del barrio: Juan Luis, con su monopatín; David, de 17 años, y Patricia, que tiene 14 años, como ella. De la bodega de al lado salió un vecino de la zona, "Venía borracho", recuerda Marta. Se paró y le dijo a Juan Luis: "Cuando paso yo por aquí no montes en el patín". El chico siguió jugando y los demás se sentaron en,los poyos de la acera.

Marta recuerda que, al rato el hombre salió a la ventana de su casa, en el tercer piso de la calle de Tembleque 140, y empezó a soltar improperios: "¡Hijos de puta!, fuera de ahí, me estáis molestando". Juan Luis aparcó su monopatín y el hombre desapareció. A los pocos minutos oyeron un estampido. Y Marta notó el golpe en la cabeza, los pitidos en los oídos y la sangre. Chilló. Eran las 21.50.

A Patricia le rozaron los perdigones en el cuello. David los notó en las piernas, después de rebotar en el suelo. Levantó la vista y vio que el vecino que les había insultado desaparecía entre las cortinas.

La chica gritaba: "¡Ayudadme!, ¡ayudadame!". Todos salieron corriendo y Patricia se llevó a su amiga a casa. Y de casa, al Clínico, después de que la madre avisara a la policía, "Marm, se me nubla la vista, no puedo leer las matrículas", decía Marta.

El médico de guardia dijo que la joven llegó bajo el efecto de "un estrés importante, con sensación de inestabilidad" y sangrando. La hicieron unas radiografías en la cabeza. "Parecía un colador". comenta la madre, Loli. Pero ninguno de los 35 o 40 perdigones le perforó el cráneo.

Marta, aún con el susto, abrazaba ayer tarde a su perro,e incluso bajó a la calle con los amigos. Hoy volverá al colegio.

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