Valor de uso

No hay valor de cambio en esta Bolsa. El precio de las acciones prosigue su imparable camino de caída libre. Tal y como están las cosas, las acciones se acercan día a día a un estricto valor de uso más que al valor de cambio que se les supone. Adam Smith, el padre del liberalismo económico de la mano invisible, dijo hace tres siglos que hay cosas que sólo sirven para usarse y con las cuales no se puede intercambiar ni adquirir nada. En cambio, hay cosas que no valen nada en cuanto a su uso, pero con ellas se pueden adquirir muchas otras. La afirmación del economista británico viene como...

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No hay valor de cambio en esta Bolsa. El precio de las acciones prosigue su imparable camino de caída libre. Tal y como están las cosas, las acciones se acercan día a día a un estricto valor de uso más que al valor de cambio que se les supone. Adam Smith, el padre del liberalismo económico de la mano invisible, dijo hace tres siglos que hay cosas que sólo sirven para usarse y con las cuales no se puede intercambiar ni adquirir nada. En cambio, hay cosas que no valen nada en cuanto a su uso, pero con ellas se pueden adquirir muchas otras. La afirmación del economista británico viene como anillo al dedo para describir esta Bolsa nuestra, en la que los títulos -o su futura y moderna réplica electrónica en las anotaciones en cuenta- se han convertido en preciosas caligrafías para uso exclusivo de la vista, pero sin valor de cambio alguno.Hay, sin embargo, una tercera acepción que puede extenderse hoy al valor de los títulos y que Adam Smith no previó cuando describió el valor de las cosas: el valor signo. Con la severísima bajada de los precios, operar en Bolsa lleva camino de convertirse en una práctica lúdica de ratos libres sin otro valor que su propia simbología.

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