Tribuna:

Teatro

La crisis del teatro... Durante toda la vida que tiene uno vivida se ha estado hablando de la crisis del teatro. Y tal sucedía, sólo que se daban funciones, la gente iba, y si era de escasos posibles, disponía de una claque con entradas a precio reducido. Todo el teatro que hubo en su juventud pudo ver un servidor con los amigotes, gracias a la claque.La crisis consiste ahora en que la gente apenas va al teatro -hasta la claque desaparece por falta de clientela- y los autores no tienen dónde estrenar ni los actores dónde interpretar. Los profesionales han hecho huelga por ...

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La crisis del teatro... Durante toda la vida que tiene uno vivida se ha estado hablando de la crisis del teatro. Y tal sucedía, sólo que se daban funciones, la gente iba, y si era de escasos posibles, disponía de una claque con entradas a precio reducido. Todo el teatro que hubo en su juventud pudo ver un servidor con los amigotes, gracias a la claque.La crisis consiste ahora en que la gente apenas va al teatro -hasta la claque desaparece por falta de clientela- y los autores no tienen dónde estrenar ni los actores dónde interpretar. Los profesionales han hecho huelga por eso, señalan culpables, piden ayudas, y seguramente tienen razón. Pero quizá la raíz del problema esté dentro del teatro mismo.

El teatro, permítanme, ha vapuleado obras y ha aburrido de muerte. Montaron con gran alarde -menciónase a título de ejemplo- un Tenorio donde Ciutti era más mariquita que un palomo cojo. Y uno no tiene nada contra los mariquitas ni contra los palomos cojos; lo tiene contra quienes estaban destrozando el personaje que creó Zorrilla. Al propio Don Juan se le advertía cierto ramalazo y llegó un momento en que los atónitos espectadores no sabían si la escena del sofá la acabaría haciendo con Doña Inés o con Don Luis Mejía. Cuatro días duró la obra en el cartel.

Va la gente al teatro a escuchar los diálogos, admirar la interpretación de los actores, disfrutar el arte escénico en definitiva, y se encuentra con la versión; es decir, el atraco de un genio que, incapaz de escribir su propia obra, se apodera de la que ya está escrita, fabula un desaforado montaje, desvirtúa personajes, modifica situaciones y acaba convirtiéndola en un engendro.

Autor y actor: el teatro no necesita más. Que vuelva el tinglado de la antigua farsa, y otra vez estaremos todos ahí, como un solo hombre.

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