Sáez, al borde de la destitución tras otra derrota del Athletic

Un penalti y una jugada desafortunada de los rojiblancos sancionaron a favor de la Real Sociedad un derby vasco caracterizado por las brusquedades y la ausencia absoluta de virtudes futbolísticas. Iñaki Sáez no superó el test de Atocha y su continuidad se encuentra en entredicho, a falta de la decisión de la junta directiva, que se reunirá esta semana con esa cuestión como único punto del orden del día.La tensión se cortaba ayer en Atocha y se tradujo en un rosario de tarjetas e imprecisiones. Los dos equipos asumieron la falta de criterio que exhiben en su juego y que legitima s...

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Un penalti y una jugada desafortunada de los rojiblancos sancionaron a favor de la Real Sociedad un derby vasco caracterizado por las brusquedades y la ausencia absoluta de virtudes futbolísticas. Iñaki Sáez no superó el test de Atocha y su continuidad se encuentra en entredicho, a falta de la decisión de la junta directiva, que se reunirá esta semana con esa cuestión como único punto del orden del día.La tensión se cortaba ayer en Atocha y se tradujo en un rosario de tarjetas e imprecisiones. Los dos equipos asumieron la falta de criterio que exhiben en su juego y que legitima su posición en la tabla. Athletic y Real Sociedad juegan a trompicones, cuando no maltratan el balón con notables agresiones a las normas balompédicas. Las reglas de la vecindad, es decir la rivalidad entre ambos clubes, excedieron las agresiones, no ya al balón, sino a tibias y peronés, traduciendo en faltas la incapacidad de los jugadores.

El espíritu de Océano, un futbolista que entiende el juego como un derroche de facultades, contagió al resto de protagonistas, incluidos su compatriota Carlos Xavier y el bilbaíno Urrutia, encargados a priori de racionalizar el juego.

La previsión del empate alentó el espíritu defensivo de Iñaki Sáez. Un dudoso penalti que Gómez Barril pitó de oído, le devolvió a la realidad. El gol de Océano le alejaba del banquillo rojiblanco y para colmo de males un desafortunado intento de despeje de Ciganda acabó por incendiarle la casa. El fútbol vasco ratificó sus miserias.

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