Cartas al director

Castoriadis y la religión

Conozco por experiencia propia la propensión de las entrevistas, incluso en los mejores casos, al desliz y el malentendido. Supongo que algo así puede explicar una extraña afirmación aparecida en Babelia el 2 de noviembre, en la entrevista de Juan Arias a mi amigo José Mari Mardones. Preguntado que fue por si creía "que fuera incomprensible e imposible una sociedad humana y vivible sin dioses que la protejan", responde: "Sí. Y lo creen también marxistas como Castoriadis". De eso, nada. En varios lugares de su obra (pero sobre todo en Ta institución de la sociedad y la religión, incluido...

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Conozco por experiencia propia la propensión de las entrevistas, incluso en los mejores casos, al desliz y el malentendido. Supongo que algo así puede explicar una extraña afirmación aparecida en Babelia el 2 de noviembre, en la entrevista de Juan Arias a mi amigo José Mari Mardones. Preguntado que fue por si creía "que fuera incomprensible e imposible una sociedad humana y vivible sin dioses que la protejan", responde: "Sí. Y lo creen también marxistas como Castoriadis". De eso, nada. En varios lugares de su obra (pero sobre todo en Ta institución de la sociedad y la religión, incluido en Los dominios del hombre) Castoriadis, que torcería muchísimo el gesto al oírse llamar "marxista", afirma exactamente lo opuesto: la religión es el intento simbólico de refrendar la heteronomia social, ocultando así la autoinstitución humana de la sociedad. Por tanto, cualquier intento, en la teoría o en la práctica, de instaurar la autonomía emancipatoria de las pautas comunitarias empieza por enfrentarse a las legitimaciones religiosas. Volviendo a la pregunta de la entrevista, para Castoriadis, una sociedad humana sólo es comprensible, posible y autónomamente vivible cuando y sólo cuando los dioses dejan de ejercer como protectores. No faltan teólogos premodernos, metafísicos modernos y éticos posmodernos convencidos de la inevitabilidad de la religión como sede de la utopía, fuente de consensos y todo ese bla-bla, de modo que no hace falta tomar el nombre del terrible Cornelius en vano, porque él sigue afirmando que hay que librarse de las patrañas, y tal es el motivo de que algunos le queramos tanto.-

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