EXITO ESPAÑOL EN LAS COPAS DE EUROPA

Bakero salva al Barcelona en el minuto 90

El Barcelona se ganó al menos el purgatorio en el infierno de Kaiserslautern en el mismo momento en que las calderas de Betzenberg ardían en todo su esplendor. El Kaiserslautern había abierto en canal, sin anestesia, al equipo de Johan Cruyff, cuando asomó la cabeza de Bakero en el último minuto y apagó todo el incendio que se avecinaba. Y es que el Barca, con Cruyff, con Menotti, con Venables, con quien sea en el banquillo, ha rodeado siempre sus partidos de una halo épico que, a tenor del resultado, los convierte en una hazaña o en un drama. Un equipo que aspira a ser campeón de Europa y que...

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El Barcelona se ganó al menos el purgatorio en el infierno de Kaiserslautern en el mismo momento en que las calderas de Betzenberg ardían en todo su esplendor. El Kaiserslautern había abierto en canal, sin anestesia, al equipo de Johan Cruyff, cuando asomó la cabeza de Bakero en el último minuto y apagó todo el incendio que se avecinaba. Y es que el Barca, con Cruyff, con Menotti, con Venables, con quien sea en el banquillo, ha rodeado siempre sus partidos de una halo épico que, a tenor del resultado, los convierte en una hazaña o en un drama. Un equipo que aspira a ser campeón de Europa y que pretende convertirse en el espejo del nuevo fútbol europeo debería saber manejar mejor una ventaja de dos goles como la qué llevaba del Camp Nou . El Barca de Cruyff, sin embargo, tampoco sabe jugar con ventaja. Fue necesario que se sintiera sepultado, maltratado, ignorado, para sacar un golpe de genio y resucitar.El gol de Bakero, un jugador que siempre ha dado la cara por su jefe, fue un golpe que tuvo tanto de rabia como de suerte, salvé al equipo del drama de tener que vivir medio año sin ninguna recompensa a la vista. La diferencia entre pasar o quedarse era tan abismal que el tanto de última hora puso a salvo las arcas y el vestuario del Camp Nou hasta el cierre de temporada.

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Cruyff, acostumbrado a dejar su sello en cualquier alineación, sacrificó a Nadal para dar entrada a Bakero en un intento de reforzar, el carácter del colectivo ante, un choque tan crucial. La suya fue, por lo demás, una nueva apuesta por los peloteros, encabezados por el cuarto extranjero, Richard Witchge. Quería llevar el partido a sus dominios y ya es conocido que el Barcelona no sabe jugar sin balón.

Los azulgrana consiguieron ciertamente, de entrada, domar el cuero. Guardiola se hizo con la llave de la sala de máquinas y el Barcelona dibujó pases con reiteración en la divisoria. El marcador no entiende, sin embargo, de florituras. Los alemanes, a diferencia de los barcelonistas, jugaron más con la cabeza que con los pies y siempre mantuvieron la eliminatoria abierta.

El manual de Feldkamp incluye conceptos que Cruyff aborrece. Los alemanes, por ejemplo, han practicado media semana los lanzamientos a balón parado, un recurso inédito en el Camp Nou y que, sin embargo, sirve tanto como una jugada de tacón para ganar los partido. Dos saques de esquina, uno rematado en una acción punible, le bastaron al Kaiserslautem para igualar la eliminatoria en menos de una hora.

El fútbol control del Barcelona tuvo tanta plasticidad como insolvencia. Los alemanes sólo atacaron cuando vieron vías de penetración. Nunca rifaron el balón. Embistieron a sacudidas y, sin embargo, todas sus contras finalizaron en remate. En Betzenberg está prohibido el pase atrás, es verdad, pero nadie tiene vocación de suicida. Y así fue como sin prisa y también sin pausa los alemanes pusieron al Barcelona en el disparadero.

Sólo cuando se vieron amenazados con la muerte europea replicaron con cierto tino los azulgrana. Entonces ensayaron el remate a puerta casi con la misma asiduidad que su rival y convirtieronel encuentro en un filme de suspense en el que nadie se atrevía a apostar por el nombre del asesino.

Cruyff optó entonces por darle un nuevo giro al choque. Retiró a un delantero (Begiristain) por un defensa (Serna) para adelantar a Koeman buscando una de sus diagonales o incluso un remate franco lejano. La réplica del Kaiserslautern fue letal: dejó que el Barça se abriera y selló el gol que le daba la clasificación con un contraataque fulminante.

La grada nunca dudó de su equipo. Ése es un campo que intirnida con tanta facilidad como sepulta a los equipois ostentosos. En Betzenberg cayó el Madrid y estuvo muerto el Barça europeo. Pero Bakero, lo salvó cuando ya nadie creía en ello.

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